miércoles, 20 de diciembre de 2017

Seremos el final feliz de un cuento sin final feliz


Hoy han vuelto los fantasmas a reír a carcajadas saliendo de tu lado vacío del armario, buscando sábanas con las que pueda verlos. También te las llevaste. Y yo contento.

No me gustaban.

Eran muy tú, ya sabes, eso ya tendría que haberme dicho mucho de lo nuestro.

Lo nuestro era un alquiler

Doscientos metros cuadrados con vistas.

Y el mar.

Y un jardín con buganvillas y bosque de pinos blancos, un roble centenario, campos y más campos de olivos y una fuente de agua cada año con más sabor a hierro.

Creo que te echo de menos por que ahora tengo más ganas de hacer cosas.

Me gusta esta parte de la costa.

Sopla el viento casi siempre. Hay terremotos en las ramas, y alguna ardilla.

Dicen que hablas bien de mí.

Tú siempre tan elegante.

Hubiera dado lo que fuera por haber pasado una semana en ese cole al que fuiste de pequeña.

Yo me pasé la niñez tirando piedras, jugando al fútbol, subiéndome a árboles, pegándome con otros chicos.

Creo que éramos la bella y la bestia, pero follando como si no hubiera un mañana.

Echo de menos a tu cuerpo echádome de menos.

Llegar de un viaje largo.

Que llegaras de un viaje largo.

Que viajáramos juntos.

Aquél viaje a Japón desde Toronto.

Vaciar de luz la luna como se cierra un mueble bar en una habitación a oscuras.

A tientas.

Tokio iluminado.

Cerezos en la época de las cerezas y no en la de las flores.

Tu voz susurrándome al oído que te susurre guarradas al oído.

Tus fantasmas, saliendo a tientas del lado vacío del armario, buscando otro cuerpo en el que reencanar tus huesos.

Quizá arrepentido de ser una bestia arrpentida.

Marcando ahora mismo tu número de teléfono sabiendo que vas camino de alguna parte a la que no estoy invitado.

A sabiendas que no vas a descolgar o que lo harás para decirme que no puedes hablar y me llamarás más tarde.

Dejar pasar el tiempo.

Conformarme con imaginar tu luz en movimiento.

No hay comentarios: