lunes, 3 de agosto de 2015

La teoría del infinito infinito


Creo que puedo entenderlo, es decir, creo que puedo llegar a comprender todo eso de la música de las esferas. Puedo escuchar el sonido que hacen los planetas al girar sobre sí mismos, el roce de sus atmósferas al frotarse contra su corteza, erosionándola con suavidad, acariciándola como si quisiera cartografiar su superficie con la yema de los dedos. Puedo oír el crujir de cada uno de los mundos de mil sistemas solares a la redonda, el crepitar de la hoguera en el que se consumen sus mil soles; puedo cerrar los ojos y sentir cómo todo forma parte de una melodía improvisada que no cesa nunca, que empezó con el tiempo y terminará cuando el último átomo deje de vibrar, cuando la última partícula subatómica deje de moverse.

Sólo entonces el Universo será algo muerto, algo sin vida. Mientras exista este sonido de fondo, y mientras haya alguien para poder escucharlo, ese universo existirá; mientras deje un rastro que alguien pueda medir o intuir de alguna forma que existimos en el pasado, mientras podamos ser nombrados aunque sea con un nombre distinto al que utilizábamos para nombrarnos a nosotros mismos y a las cosas, permaneceremos.

No sabría decir si desde que soy medio hombre, medio máquina, no sé si desde que tengo conciencia de que soy un cúmulo de centenares de conciencias, soy capaz de apreciar todas esas cosas de una forma distinta, no sé si soy yo, o los millones de poemas de a biblioteca universal a los que tiene acceso una parte de mi, los que configuran eso que siento al comprender lo que hay ahí afuera. Sólo sé que empiezo a sospechar que un día fui más hombre que máquina, debo de haberlo sido, y cuanto más lejos estoy de las otras naves, más quiero recuperar ese sentimiento de ser yo mismo, de ser algo más que este torrente de datos que recorre mis venas. A veces me pregunto si en realidad no seré más que el piloto, que mi conciencia estaba encerrada en un sólo ser vivo que vivía y moría sin poder volver a reconstruirse una y otra vez.

Quizá, si me remontara al pasado, si pudiera conocer qué era antes, saber de dónde vengo, me daría la oportunidad de saber quién soy ahora. Pero esto no es posible. También era imposible llegar a pensar en el pasado profundo y aquí estoy, elucubrando sobre algo que no está permitido.

Pero hay tanta belleza ahí fuera...

Es imposible no preguntarse si somos algo así como el observador que ya se ha aburrido de observarse a sí mismo

Si somos algo más que una espora en busca de planetas que habitar.

Si la conciencia pura es ser el animal que somos y todo lo demás es un juego que quisimos jugar demasiado en serio.

Quizá no esté aún preparado.

Quizá no lo esté nunca.

Tal vez sería mejor dejar de redundar en esta rutina que no lleva a ninguna parte.

En veinte minutos divisaremos un planeta a los que una de las sondas consideró apto para la cobijar vida orgánica. Ese es mi trabajo. Este es mi destino. Sin embargo, a veces...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me conmovieron tus sonidos

abrazos desde el otro lado del mar

S.

Espera a la primavera, B... dijo...

El océano no es distancia, S. (de sirena, supongo)

Amapola Azzul dijo...

Bonito trabajo, Bs.