lunes, 20 de julio de 2015

Oráculo y ventana


La novela.

Hace días que pensaba en que quería volver a escribir algo largo, algo así como una novela corta. Supongo que hay cosas en la vida de cada uno que por mucho que quieras esconderlas siempre acaban por aparecer en un momento u otro, porque te definen, por uno no es el que le gustaría ser sino el que es, y por mucho que te empeñes no encuentras motivación para aquello a lo que renunciarías si pudieras hacer lo que quieres hacer.

Imagino que siempre tendré proyectos dentro de mi cabeza, que surgirán como una idea y se desarrollarán durante días, semanas, meses, hasta que acaben por morir sin llevarse a cabo. Pero últimamente las cosas se están acelerando, es como si mi cerebro trabajase mientras duermo en cuanto le hago un encargo, ahí está por la mañana, con la solución, la idea, el esquema que hay que trabajar durante los siguientes días...

Y a veces pienso que se me están acabando los días en los que puedo empezar cosas, que tarde o temprano esa fuente de energía se agotará y me quedaré añorando la creatividad desperdiciada. No sé, quizá esté exagerando, en cualquier caso tengo la sensación de estar viviendo la vida a medias, de sentir las cosas como a través de un plástico fino y transparente, sin llegar a tocar la superficie de las cosas, y casi peor que eso, sin que ellas me toquen. Empiezo a entender los motivos, y eso me tranquiliza y me desasosiega al mismo tiempo, porque entenderlo no conlleva una solución fácil. Es más, lo que se me ocurre pondría patas arriba casi todo, pensaba que vivir así es cómodo, pero en realidad es algo deshumanizado, no sufrir implica también no sentir la alegría. Todos los personajes que he descrito en todo lo que he escrito ven las cosas con esa distancia.

Quizá por eso envidio a quien sabe escribir desde el corazón, quizá por eso no soy capaz de darle rienda suelta a esa alegría de vivir que siento cuando leo poesía, o cuando entro en ciertos blogs, o cuando me pregunto qué pudo haber sido. No sé si estoy hecho para eso.

Quizá ese plástico transparente es la piel necesaria para soportar un mundo que intuyo demasiado hostil. No implicarse es algo así como un método de higiene que se ha ido convirtiendo en algo compulsivo, como lavarse las manos diez veces al día, o caminar por las baldosas sin pisar las juntas.

El caso es que anoche pedí a mi subconsciente una historia. Y a las dos de la mañana me desperté con la historia completa en mi cabeza. No sé como afrontarla, es compleja, sobre algo que había leído en los últimos días. Ciencia ficción. No sé si tiene mucho sentido que empiece a escribirla porque no sé si tendré tiempo ni si podré mantener el fuego mientras la historia aún esté viva.

No me gustaría que pasara como con "Moriría por ella" que murió antes de acabarla, que se quedó varada en aquella etapa de mi vida en la que dejé de creer en las sirenas.

1 comentario:

Jo dijo...

las historias no se mueren. no pueden simplemente

:)

es genial saber que tienes tanto que escribir. (una aventura siempre comienza en una página en blanco, lo dicho) :P