miércoles, 30 de diciembre de 2015

Cuando merezcamos ser llamados hombres


Sé que debería alejarme, que los hombres como yo no están hechos para una vida sin sobresaltos, sin una cara sobre la que cobrarme, a puñetazos, lo que la vida me ha ido quitando. Es lo que tiene el bicho: un día se despierta y ya da igual todo lo que ocurra en adelante, porque ya no tiene que ver contigo. Estás muerto y harás cualquier cosa para sentir que has dejado de estarlo durante esos segundos de adrenalina a los que te vuelves adicto.

Porque la rabia no es un sentimiento, es una droga que te hace sentir vivo, es la guerra y el seguir un día más en pie, pensar que puede ser el último de esos días, que no hay un infierno en el que quemarse eternamente peor al que que te espera cuando el destino se cruce contigo y no te mate del todo.

Si sobrevives a una guerra en la que has tomado parte nunca vuelves a ser el mismo, no por los putos traumas, sino porque tu cuerpo ha probado el límite y lo añorará ya el resto de tu vida.

Lo necesitará.

Supongo que es por eso que debería alejarme, pero no lo hago porque en el fondo soy un cobarde. En el fondo y en la superficie. Todos los hombres somos unos cobardes, unos lo muestran de una forma y otros de otra. Detrás de la rabia sólo está el miedo, un miedo que te dice que has o no de hacer para no perder la poca dignidad a la que tienes derecho. Y tener miedo te convierte en ese cobarde, por mucho que los libros de autoayuda te intenten convencer de que eres una especie de superhéroe sólo por hacer algo a pesar de que estás entrando en pánico.

El bicho sabe que eres soy un cobarde más, lo sabe y se ríe. Se ríe y me encabrona. Y entonces soy capaz de cualquier cosa, soy su puta marioneta y soy capaz de hacer cualquier cosa, soy capaz de hacer daño a todo el que se me ponga por delante y que no me importe casi nada.

Y digo "casi" porque en el fondo todavía hay algo dentro de mí que es humano, que observa y es capaz de arrepentirse y pensar que no lo hará nunca más. Pero es un ser humano débil, alguien encerrado en un lugar oscuro. Alguien que tiene miedo.

Y si hay algo que nos da asco es ver el miedo en los demás.

Si hay algo que no podemos soportar es reconocer en otro eso que nos convierte en una rata asustada.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Harto de estar harto

La verdad sobre moriría por ella.



Supongo que las cosas son como son y que eso es suficiente mientras no tenga dudas. Pero a veces me quedo sin respuestas en cuanto surgen las preguntas, no porque no tenga claro quién soy y hacia dónde voy, sino porque sé de sobras que no soy quien digo ser ni voy hacia donde realmente quiero ir.

Quizá en el proceso de mentir a los demás, en la coartada que construí para justificar la huida hacia adelante en la que he convertido mi vida, acabé por mentirme demasiado bien a mí mismo. 

Y cuando más se miente uno, más difícil es volver atrás. 

Tal vez la edad tenga que ver con todo esto: con plantearme si quiero seguir convertido en este personaje y empezar a desenredarlo todo, reunir a quienes mantengo en esta fantasía que he creado, y tratar de hacer el menor daño posible. Creo que va a ser difícil.

No sé si al final, ese yo que quiere desmantelarlo todo, no es, en realidad, otro personaje que quiere usurpar el lugar del que empieza a ser viejo y a estar cansado; si en realidad, no soy más que una sucesión de personajes que van naciendo dentro de mí a la espera de su oportunidad, de que un día reflexione acerca de quién soy en realidad y qué hago aquí, para aprovechar ese momento de debilidad y destronar al que creí ser, el que quería ser.

En cualquier caso, esos personajes, todos los que he sido o he creído ser, conservan cierta melancolía por no haber sabido mantenerte a mi lado. Y aunque en lo más profundo de mí sé que hubiéramos sido dos animales salvajes compitiendo por un mismo territorio, sigo teniendo la esperanza de que al menos uno de esos que he sido, soy o seré, hubiese tenido la cualidad de encontrar un punto intermedio, un equilibrio, en el que pudiéramos convivir.

Supongo que eso ya no tiene su espacio, que esta sucesión de versiones de mí mismo es como si estuviera mejorando una y otra vez el programa de un ordenador obsoleto, que en el fondo, la oportunidad pasó y lo hizo para siempre. 

Me gustaría creer que un día seré alguien que ya no quiera ser otro alguien, o que por lo menos, no lo desee para retroceder en el tiempo y cambiar aquellos cinco minutos que bastaron para desterrar de mí a aquél a quien querías.

Pero he de ser realista, después de todos estos años, sigo escribiendo todos los días el mismo post en el mismo blog.

Como una profecía autocumplida, otro (que también soy yo) reemplazará a otro yo que pierde poco a poco la esperanza.

Porque este blog va de eso, aunque no lo parezca.

De esperanza.

Como el campesino que espera la lluvia tras meses de sequía.

Y ya van años...



martes, 15 de diciembre de 2015

Tú tienes un camino que coincide con el mío, los dos lo sabemos. No importa ni dónde ni cómo ni cuándo, ni si hemos sido o seremos.


Sé que resulta difícil de creer, incluso puede que sólo sea un farol de esos que uno se pega para poder seguir mirando hacia adelante con algo que se parezca, ni que sea de lejos, a la esperanza, pero sé que un día (no sé cuándo) tú y yo vamos a estar tan cerca que vamos a poder palparnos el aura con el aura del otro, vamos a reconocer en el fondo de la retina al animal salvaje que nos habita como si esto que somos (cuerpo y magia) sólo fuera una cueva donde hiberna hasta que llegue uno de los dos a la entrada de ésta.

Sé que resulta difícil de creer, yo sólo puedo creerlo en sueños, pero un día vamos a dejarnos llevar hasta el punto de no retorno de nuestros destinos.

Creo que se acerca el día.

Lo vengo presintiendo en el frío por el que atraviesan mis huesos cuando escribo que vamos a encontrarnos.

Es difícil de entender. Lo sé.

Ni yo mismo soy capaz de releer esto y no creer que por fin me he vuelto loco.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Oleaje



Creo que va a cambiar el viento.

Lo deseaba con tantas ganas...

... le tenía tanto miedo...


lunes, 30 de noviembre de 2015

Los subterfugios del amor y otros cachivaches inservibles. Al final, toda excusa es, en realidad, una táctica creada con la esperanza de que fracase.



Podría decir que quería ser cómo él. Y creo que mentiría sólo a medias. Un escritor de éxito, de novela negra, una de esas que empecé a escribir justo antes de que la novela negra se pusiera de moda. Sé que no voy a volver atrás para acabar algo que no tiene demasiado sentido porque no creo que sea el mismo de antes, ni las calles son las mismas, porque las calles son distintas en función de la gente que pasa por ellas, y algunos no volverán a pasar nunca y otros nuevos se han añadido a la lista de viandantes frecuentes. Hay nuevos vecinos que cocinan con distintas especies, salen de casa con ropas más a la moda... a veces el ayuntamiento también pone de su parte, pocas, para ahorrar dicen, gastan ahora para ahorrar más adelante. Me pregunto cuántas cosas se cambian sin que se hayan amortizado antes. Supongo que depende de quien se beneficie.

Por eso no escribiré lo mismo, porque la historia pertenece a otro que no soy yo. Ya no. Ahora soy otro, quizá con más miedo a hacerme viejo y que la vida haya pasado sin darme cuenta, sin tanto fondo físico, con más fastidio ante unas escaleras, con más cuidado con ciertas especies y algunas comidas, con la piel menos tensa, con el sentido del olfato más acostumbrado a todo, sin esa capacidad de sorpresa y con la sensación de que nada de eso pasó, porque uno nunca es consciente de lo que incorpora ni de lo que se va. No al menos de los pequeños cambios. Uno se va poco a poco y lo sustituye otro.

Tan lentamente que no se le puede llamar cambio y por falta de pruebas lo acabamos llamando evolución. Algo que no plantea discusión y que además es positivo porque al mismo tiempo que perdemos, vamos ganando una conciencia más reflexiva, y ese otro nuevo también es más listo respecto a algunas cosas. No sé si muchas, pero sí las suficientes para autoconvencerse de que el cambio (evolución) es para bien.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Frío (2ª parte)



Llegó el frío

Y llegó, de nuevo, el veintitrés de noviembre. Que nunca quiso decir mucho, es más, con el tiempo se ha convertido sólo en un día más.

Con el paso de los días, todo se diluye hasta casi desaparecer.

Supongo que es lo mejor.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Siempre queda nada


Todas las historias terminan igual. Siempre parecen diferentes, pero en realidad, están cortadas por el mismo patrón. Todo acaba en una rendición. Alguien se rinde tarde o temprano, alguien deja de creer, y cuando alguien deja de creer, deja de tener sentido sea lo que sea que hubiera.

Todas las historias terminan porque no hay nadie que las quiera seguir escribiendo, ni leyendo, ni habitando.

Aunque nadie las haya empezado, aunque sólo hayan sucedido como sucede la lluvia: por que debe llover de vez en cuando, porque el mundo está programado para que el cielo moje el suelo.

Hace días que le doy vueltas a lo de escribir la novela. Lo que no sé es a qué obedece ese deseo repentino. A veces pienso que este tiempo de resituarme, en realidad, ha sido como una burbuja de tiempo en la que no he vivido del todo. De hecho, a veces pienso que no vivo al cien por cien, sino un cómodo setenta por ciento...

... como si fuera a vivir eternamente.

Dicen que la crisis de los cuarenta llega el día en el que te das cuenta que eres mortal, que el fin se acerca poco a poco, de forma inexorable.

Supongo que escribir esa novela es mi crisis de la mitad de la vida.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

A veces somos aquello que perdemos, somos los que quieren recuperar, cuando deberían ser los que pasan página.

Hace tiempo que busco la forma de escribir algo con sentido, pero no me sale. Llevo días con esa sensación de que el otoño ha traído algo así como una espuma que lo envuelve todo, que lo hace menos palpable, menos audíble. No puedo decir más. También las palabras están metidas entre todo eso.

Me gustaría creer que es algo pasajero.

Estos días duermo poco, y pienso. Creo que debería pensar en dejar de pensar.

Porque siempre que le doy rienda suelta a ese que me habita y habla para sí vuelvo al mismo lugar y al mismo día.

A la misma hora.



Y mientras tanto, vi esta película acabándose una noche. Sólo ví la escena del café y la última... no voy a desvelar el final.

En español, el título es "La vida de Adele".

Creo que hace años que me siento como Adele en las últimas escenas de la película.



Me siento fuera de lugar, tratando de fingir que no pasa nada.

Tratando de olvidar cuando me voy a dormir lo que inmediatamente recordaré en cuanto despierte.

Me gustaría haber apostado por ser escritor y no lo que he acabado siendo.

No me creo mi propio papel.

Pero ¿qué importa? No tengo motivos para quejarme.

He podido ser lo que hubiera querido ser.

Y eso es algo que muchos no pueden decir.

viernes, 6 de noviembre de 2015

América



América era una locura, un dulce olor a azaleas, un océano de edificios, una carretera infinita bordeando salvajemente la costa, una road movie de moteles baratos y redwoods intentando alcanzar el cielo, Los Ángeles, Carmel, San José, San Francisco...

Y Bandini en Bunker Hill saliendo por la ventana del sexto piso a la calle, Y Grand Street. Y Olive Street. Y Camila López despreciando a Bandini en la terraza del Figueroa Hotel, tan años treinta, tan fuera de lugar y tan susurrándole al polvo. Cumplí mi sueño. Podría cerrar este blog y si mi alma fuese de esas que se mueven en círculos se habría cerrado uno de esos que duran diez años.

Y la biblioteca pública de Los Ángeles

Y San Simeón y Carmel entre copas.

Y Clint Eastwood.

Y Silicon Valley y el Biocube.

Y el Golden Gate. Y el Fisherman´s wharf. Y las cuestas de diez metros rompiendo como olas surfeadas por tranvías contra casas de ensueño. Llovía. Alcatraz entre la bruma, me reconocieron por los zapatos, sabían que venía de la vieja Europa.

Sé que volveré a San Francisco.





 México era un batallón irlandés que se pasó del bando equivocado al de los que saben que la muerte es sólo un trámite hacia la leyenda, que sin ser ni irlandés ni mexicano, ya es casi mía. Porque uno siempre se hace del bando de los que odian el destino al que están destinados.

Y conocí a la sirena con reflejos de luna en escamas de voz. Era como la había imaginado, y lo supe: que en otra vida fuimos contadores de historias, que fuimos el sur de un norte, peregrinos, buscadores, que fuimos lo que no nos atrevemos a ser porque nos pesan, dulces, los afectos.

 Y los danzantes y almas viejas y katrinas y Sant Jordi.

Y el metzcal con limón y sal roja como chile.

Y el gran hombre y la gran dama y el palacio de las formas donde me sentí tan a gusto que un ángel se me posó en las rodillas mientras comía.

Y el síndrome de Stendahl en el Museo Nacional de Antropología, donde me quedé sin habla, abrumado por tanto.

Y la despedida sin destino.

Porque hay lugares de los que uno parte sin que su cuerpo quiera irse.

Y un concierto de gaitas irlandesas el día de los muertos. Héroes del cuarenta y siete.

Y pirámides enterradas en el cielo.

Me faltaron palabras, me despidieron las luces de Distrito Federal, ese océano de luciérnagas donde se me quedó algo que aún no tiene nombre y que acabará por brotarme, lleno de vida, en alguna página perdida entre las muchas que me habitarán para siempre.

No sé si uno se puede enamorar de unas coordenadas en un mapa, pero fue lo más parecido a soñar que se sigue soñando.



 Me quedé con las ganas de pasear por Garibaldi

lunes, 19 de octubre de 2015

Tras los pasos de Bandini



Mañana vuelvo a Los Ángeles, California. Y digo vuelvo porque yo ya estuve allí como Arturo Bandini, voy siguiendo el sueño americano, sea lo que sea eso. Quizá no para convertirme en el escritor más grande de todos los tiempos, pero sí para enseñar mis inventos y convertirme en uno de los que crearán tendencias en eso del agua, lo escribo aquí en voz alta porque estoy convencido de que así será.

Esta noche he visto como Arturo Bandini lloraba ante la idea de ser ese gran escritor, ese que luego fue John Fante, y que inspiró a los beatniks. Sí, anoche me di cuenta de ello. De que este viaje era más iniciático de lo que yo imaginaba, de que esto es una conjunción de muchas cosas y que, en realidad, es algo así como pisar la propia huella.

No había caído en Arturo Bandini, ni en Los Ángeles, ni en Camila, ni en que, al final, estoy consiguiendo tantas cosas a medida que voy haciendo tantas otras...

Podría decir que no creo en la magia, pero ¿cómo se explica que vaya a Los Angeles dónde ocurre "Pregúntale al polvo" y a Sillicon Valley, donde acabaré fundando la filial de ese proyecto del agua que hace tanto tiempo que llevo persiguiendo y cada vez está más cerca?

Lo importante es desear y persistir en ese deseo.

Lo importante es atreverse a soñar.

Luego la vida es otra cosa, quizá una cuesta abajo

Y, por supuesto, donde somos finitos.

Y vulnerables.

Y capaces de todo por nada.

E incapaces de hacer nada de verdad sin un motivo más grande que nosotros mismos.

martes, 13 de octubre de 2015

La última ola



Ya sabes que el tiempo se lo lleva todo y que tarde o temprano este día, hoy, tenía que llegar. Algunas veces intenté detener los engranajes del mundo, ensordecer el sonido que hace al adentrarse en el falso vacío del Universo, pero no pude o no quise.

 A veces pensaba que olvidarte era irme de aquí atravesando el agujero negro que nos conecta con la otra punta de la galaxia, que era saber que no iba a poder volver al inicio, ni al nudo, ni al final de todo eso que yo llamo nuestra historia y que es, en realidad, una sola ola del mar que siempre y nunca quise volver a sentir.

Y sí, supongo que si no lo escribía en el blog, no podría desprenderme del todo. Es más, puede que, en realidad, sea otra forma más de que todo esto no muera y nunca podré desengancharme, como un yonqui no deja nunca de pertenecer a la adicción que vive dentro de él.

De todas formas, ahora toca vivir. Ya me cansé de estos años. He comprendido que nadie es eterno, que nadie está sano eternamente, que ha llegado el día en el que las cosas deben de dejar de tener un sentido y sí un disfrute del día a día.

Y supongo que en ello estoy.

Aunque puede que tarde en acostumbrarme.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

La última vez que el tiempo se detuvo lo detuviste tú


Hay cosas que el tiempo sí curó.

Y tal vez eso fue lo peor. Que curaran por fuera y fuese el tiempo el único que no olvidara. Yo sí; dicen que has olvidado cuando estás más de una semana sin acordarte de algo que tenga que ver con lo vivido.

Supongo que ahora hacía muchos días que estaba a punto de conseguirlo. No sé. Quizá me dé miedo volver a ser el que quería ser desde siempre.

Y no supe.

O no me dio la gana.

Ser quien estaba destinado a ser.

Ayer me dijiste "Debe ser una putada ser bueno en tantas cosas" y yo pensé "la putada es que los demás lo crean sin serlo".

Porque siempre creerán que puedes hacer cosas que no le exigirán a nadie más que a ti. Y nunca... nunca... cumplirás sus expectativas.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Tatuajes que acaban por ocultar cicatrices

Tanto universo por recorrer y me sobra hasta la ropa cuando estoy contigo.

Sin estar, también.

Y tú tan lejos. Y tan cerca. Y tan te quiero mucho

Y tan te quiero nada.

Y tan que quiero toda.



Y tan te quiero luego.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Todas las conciencias.


Podría decir que todos los sentidos se callaron al mismo tiempo, incluso me atrevería a contemplar la posibilidad de que por un momento transité ciego, sordo y mudo por entre centenares de miles de estrellas; aunque también puedo decir que de alguna forma que aún no llego a entender no me sentí ni ciego, ni sordo, y que si no transmitía órdenes no era por la imposibilidad física de hacerlo, sino porque de repente se hizo el silencio, un silencio más grande que todas las cosas que había conocido hasta entonces. Y eso me traspasaba.

Fue al sentir eso cuando supe que ya nada sería como antes, y que el resto de mi existencia se había convertido en una deriva continua y que, cuando todos los sensores volvieran a funcionar, sólo me mandarían datos que procesar, pero que ya no los tomaría como algo propio, como una parte de mí.

Sentía la certeza de que yo era otra cosa de lo que había creído ser hasta entonces.

Un segundo impacto sacudió una parte de la nave, pero no podría decir exactamente cuál. Había perdido la conexión que me unía al resto de las instalaciones y no recibía señal alguna. Los mecanismos de extinción de incendios funcionaron automáticamente, supongo, pero ya no me importaba, el silencio era más grande que todo. Pensé en la posibilidad de que, en realidad, esto fuera el inicio de un proceso que terminaría en algo parecido a al muerte, pero no tenía miedo. Ni siquiera a un tercer impacto. Sólo curiosidad.

El planeta al que aún no le había puesto nombre seguía allí, no lo podía ver, pero notaba su presencia. Y en parte, esa presencia me tranquilizaba, como si lo realmente preocupante hubiera sido estar lejos de cualquier parte. Al menos, estaba junto a algo.

Algo.

Sólo estás realmente solo cuando no puedes nombrar a nada ni a nadie.

Y entonces se me ocurrió el nombre que le pondría a ese compañero involuntario, a ese planeta cerca del cual podría extinguir los cientos de años de mi ininterrumpida experiencia.

Le puse el nombre de la única señal que realmente echaba de menos, la voz de la lejana nave Arana.

Su nombre acabó de traer la calma que aún faltaba por llegar.

Sólo se puede amar la propia vida cuando se tiene algo a lo que aferrarse, por lo que vivir y por lo que morir. Y entonces supe que hacía tiempo que yo sólo podría morir por ella.

Y por tanto, vivir.

Las señales fueron llegando poco a poco al centro de mando, en pequeñas oleadas, reclamando respuestas para estabilizar las distintas zonas de la nave. Supongo que tardé unos poco picosegundos en responder, instantes que a mí me parecieron horas.

Un minuto después habían cesado todas las alarmas y empezaba a evaluar los daños. Pero el que estaba al mando ya no era el mismo que hacía unos minutos. Es decir, era yo. Seguía siendo yo, pero era otro yo.

viernes, 11 de septiembre de 2015

every breaking wave

Este canción siempre me ha gustado, pero junto con este vídeo me llena de energía... no sé.

lunes, 7 de septiembre de 2015

El mito de Prometeo



El tiempo no nos dio la razón ni nada que se le pudiera parecer. Sin embargo, a veces te pienso con tanto cariño que debo recordarme que tuve que escribir un blog de mil cuatrocientas entradas para que no me importara pronunciar tu nombre en voz alta.

Y conocer gente. Y empezar un proyecto nuevo.

Dicen que a los cinco años todas nuestras células han sido sustituidas por otras nuevas, que cada cinco años podemos decir que somos distintos a los que fuimos unos años antes.

Me pregunto entonces dónde quedan grabados los recuerdos y si esa información se la susurran unas células moribundas a las que tienen al lado justo antes de morir o si, como medida de seguridad, lo que somos, es decir, eso que amamos el uno del otro, en realidad no estaba guardado necesariamente en nuestro cuerpo, sino que era como la atmósfera que envuelve a los planetas; algo invisible y sin el cual no podríamos sobrevivir a la soledad...

... porque seguimos estando solos.

Y aunque nos separen menos kilómetros de distancia de otro ser humano que la que separan a los cuerpos celestes seguimos estando solos.

Nos iremos de la mano de nadie

A ninguna parte.

Así que vivamos tanto como podamos.

Hasta donde nos lleve el aliento

pero con quien nos quiera a su lado.



(La canción ha de entenderse en clave de humor)

martes, 25 de agosto de 2015

Ya sé que me repito, que soy un idiota, un ñoño, un empalagoso que sólo habla de lo imposible que le resulta vivir sin ti, pero sigue viviendo con sus proyectos, sus medias verdades y todas sus mentiras. Bueno, voy a serte sincero, yo sospecho que lo nuestro es imposible, no porque seamos inconmpatibles, sino porque de algún modo me he acostumbrado a que las cosas se acaben. Y ¿sabes? me cuesta creer que pueda sobrevivir a que lo nuestro se acabara. No en plan "ay, dios mío, ¿qué voy a hacer?" sino más bien a que no seré el mismo. Y me gusta el que soy, entre otras cosas, porque eres posible.


Me gustaría que un día me llegaran las palabras adecuadas, no este desboque de ideas que no saben ser frases, que sólo tienden a algo imposible de explicar, que no saben ser tan humanas como somos tú y yo, que no se cuentan como se cuenta un cuento porque para que salgan por la puerta se le acaban por podar las magias que uno tiene dentro. Supongo que para escribir con mayúsculas se debe tener un talento que no me alcanza con lo que tengo, y luego, claro, está eso de convertirlo todo en un oficio.

Y tener suerte.

Y tener padrinos.

Y algo que contar, crear una obra completa, no sé. Creo que a uno la vida se le pasa tratando de convertir el deseo en su trabajo, y que mientras eso ocurre, uno acaba por trabajar para pagar lo necesario para seguir teniendo sueños a los que recurrir cuando la realidad no le alcance.

Pero he de confesarte un secreto. Hay días en que lo daría todo por saber que algo de lo que escribo consigue emocionarte. A veces sueño que la piel se te eriza sólo con pensar que lo he escrito para ti. No sabría cómo describirlo; quizá sabemos que en otro universo paralelo tú y yo vivimos juntos, dormimos todas las noches en la misma cama, leemos los mismos libros, despertamos sin ganas de ser otros distintos a los que somos.

Y yo no tengo sueños de ser escritor porque yo sólo lo quiero ser para que tú, de algún modo, me quieras.

lunes, 17 de agosto de 2015

Cancelado por exceso de expectativas


Hay tanta luz en ti que aunque cierre los ojos sigue siendo de día; un día rojo-naranja a través de mis párpados. Hay tanta luz que a veces temo abrasarme si te toco. Me pregunto por qué me arriesgo cada vez que te llamo por teléfono o te envío un whatsapp y quedamos frente a frente hasta acabar desnudos. Me gusta esa forma de arreglarlo todo por contacto. No siempre, claro, no siempre sale el sol hasta que quemas. Desapareces semanas enteras y claro, yo hago como que no me importa tanto esta especie de noche ártica.

Hasta que apareces en la pantalla del móvil y amanece.

Me dijiste "No te enamores de mí o vas a estar jodido". Y bueno, supongo que lo debo estar. Estar jodido es lo mejor que sé hacer hasta el momento, así que una vez más no importa demasiado. No tengo miedo de cómo voy a encajar eso de que todo es una fantasía más, creo que me conozco lo suficiente como para descerrajarme un número no demasiado grande de botellas, y otras bocas, hasta que otros cuerpos lo acaben arreglando, yo a lo que tengo miedo es a que un día me dé cuenta de que no he estado viviendo por miedo.

No sabría describir con exactitud qué porcentaje de culpa tendrás en esa futura cirrosis con la que me mete miedo el médico, no creo que culpa sea la palabra exacta, tampoco creo que el médico se tome muy en serio eso de curar a nadie. Se sienta y me mira. Y eso es todo. A mí me gustaría creer que no vas a ser la gota que colme el vaso ni la chispa que prenda la hoguera, ni la estocada, ni nada de eso, yo creo más bien que vamos a ser algo así como una tormenta eléctrica que acaba en tornado. Y luego la calma, y luego a reconstruirlo todo, y "qué cabrón el Bandini ese..." y "qué zorra la muy zorra", como si ambos no supiéramos que los dos somos dos lobos de distinta manada.

Dos perros tratando de roer el mismo hueso.

lunes, 3 de agosto de 2015

La teoría del infinito infinito


Creo que puedo entenderlo, es decir, creo que puedo llegar a comprender todo eso de la música de las esferas. Puedo escuchar el sonido que hacen los planetas al girar sobre sí mismos, el roce de sus atmósferas al frotarse contra su corteza, erosionándola con suavidad, acariciándola como si quisiera cartografiar su superficie con la yema de los dedos. Puedo oír el crujir de cada uno de los mundos de mil sistemas solares a la redonda, el crepitar de la hoguera en el que se consumen sus mil soles; puedo cerrar los ojos y sentir cómo todo forma parte de una melodía improvisada que no cesa nunca, que empezó con el tiempo y terminará cuando el último átomo deje de vibrar, cuando la última partícula subatómica deje de moverse.

Sólo entonces el Universo será algo muerto, algo sin vida. Mientras exista este sonido de fondo, y mientras haya alguien para poder escucharlo, ese universo existirá; mientras deje un rastro que alguien pueda medir o intuir de alguna forma que existimos en el pasado, mientras podamos ser nombrados aunque sea con un nombre distinto al que utilizábamos para nombrarnos a nosotros mismos y a las cosas, permaneceremos.

No sabría decir si desde que soy medio hombre, medio máquina, no sé si desde que tengo conciencia de que soy un cúmulo de centenares de conciencias, soy capaz de apreciar todas esas cosas de una forma distinta, no sé si soy yo, o los millones de poemas de a biblioteca universal a los que tiene acceso una parte de mi, los que configuran eso que siento al comprender lo que hay ahí afuera. Sólo sé que empiezo a sospechar que un día fui más hombre que máquina, debo de haberlo sido, y cuanto más lejos estoy de las otras naves, más quiero recuperar ese sentimiento de ser yo mismo, de ser algo más que este torrente de datos que recorre mis venas. A veces me pregunto si en realidad no seré más que el piloto, que mi conciencia estaba encerrada en un sólo ser vivo que vivía y moría sin poder volver a reconstruirse una y otra vez.

Quizá, si me remontara al pasado, si pudiera conocer qué era antes, saber de dónde vengo, me daría la oportunidad de saber quién soy ahora. Pero esto no es posible. También era imposible llegar a pensar en el pasado profundo y aquí estoy, elucubrando sobre algo que no está permitido.

Pero hay tanta belleza ahí fuera...

Es imposible no preguntarse si somos algo así como el observador que ya se ha aburrido de observarse a sí mismo

Si somos algo más que una espora en busca de planetas que habitar.

Si la conciencia pura es ser el animal que somos y todo lo demás es un juego que quisimos jugar demasiado en serio.

Quizá no esté aún preparado.

Quizá no lo esté nunca.

Tal vez sería mejor dejar de redundar en esta rutina que no lleva a ninguna parte.

En veinte minutos divisaremos un planeta a los que una de las sondas consideró apto para la cobijar vida orgánica. Ese es mi trabajo. Este es mi destino. Sin embargo, a veces...

jueves, 30 de julio de 2015

Ayer



Ayer fue uno de esos días en los que sabes que tu vida va a cambiar, que después de tanto entrenar por fin empiezan las carreras, el esfuerzo de verdad, el vértigo de la velocidad, la presión de los patrocinadores, eso de saber si eres tan bueno como crees o tan malo como algunos quieren que creas. He de decir que todos están en marcha, que apuestan por mí y yo me conozco la mayor parte de las piedras del camino. Recuerdo la inconsistencia el muchacho que emprendió su primera empresa hace casi quince años, toda la inocencia y toda esa cabeza llena de pájaros. Si en algo he de confiar es en su capacidad para salir de lo más hondo, de su fe ciega, en esa forma de no rendirse aunque parezca que la única salida es dejarlo todo y empezar de nuevo en otra parte.

Me gustaría creer que todo saldrá bien, que todo o casi todo está bien atado, pero también sé que necesito un paréntesis, unos días en los que volver a ser yo mismo, bueno, en fin, eso que uno sería si no estuviera todo el día preocupado por que las cosas se estén haciendo bien.

Volver a ser ese que soy cuando escribo en el blog. El único momento del día en el que encuentro algo de paz. Lo he ido releyendo durante los últimos meses, supongo que soy esto, no sé, no quiero juzgarme, podría haber hecho las cosas mejor. Ahora es tarde. Creo que aprendí y creo que aprender no tiene demasiado mérito cuando lo haces a base de equivocarte.

Pero eso es otro tema.

Ayer empezó de verdad el resto de mi vida. Supongo que al final las cosas saldrán de forma distinta a lo planeado, pero eso no significa que sea peor.

Con el tiempo uno se va dando cuenta que siempre tiene la oportunidad de cambiar cosas. A veces no son las esenciales, pero sí las que son importantes para uno y los suyos.



miércoles, 29 de julio de 2015

Hoy



Hoy, por fin.

Después de cinco años luchando por llevar el proyecto del agua hacia adelante, por fin llega el día de la firma. Es un inicio, una inyección de fondos que me llevará a donde yo creo que aportaré mi grano de arena (mi gota de agua en el océano) para que el mundo sea un lugar mejor.

Porque no nos engañemos, uno trabaja para dejar tras de si algo bueno, ya sea para ser recordado, para que los suyos estén mejor, o para que otra gente vea su vida mejorada. Esa es la recompensa.

Deseo que esto sea uno de esos proyectos que generan un bien común.

En los tiempos que vendrán, donde el agua será otro campo más de batalla entre la humanidad y la Tierra, espero que esto sea un arma de conciliación entre ambos.

Aunque hace días que todo se inició, hoy se pone por escrito.

Nunca hubiera dicho que recordaría un 29 de julio.

Queda mucho por hacer. He de reconocer que estoy asustado porque la responsabilidad de gestionar este proyecto me pilla en un momento en el que estoy físicamente agotado. Mañana empezaremos a acondicionar las instalaciones de la nave industrial, mañana empieza todo físicamente.

Días de sueños que pasan a ser realidades.

No sólo es trabajo.

Es mi oportunidad para cambiar el mundo.



Nada hubiera sido posible si no hubieras estado al otro lado.

lunes, 27 de julio de 2015

Podría cambiar las cosas, pero siempre acaba siendo lo mismo, siempre acaba siendo lunes de distancia, y los lunes saben a mar y las distancias a nunca más


Quizá las cosas no acaben siendo como lo había imaginado siempre. Y si es verdad que creamos nuestra realidad, no entiendo qué o quién me indujo a vivir esto.

Supongo que siempre que llega agosto pierdo la esperanza. Este año es algo diferente, no sé, el hecho de no trabajar solo por primera vez en siete años me concede una tregua.

Porque si de algo estoy seguro es de que esto no es más que un paréntesis, que mi vida no puede arreglarse así como así, de un día para otro, por mucha energía que haya puesto en ello. Tal vez ese sea la razón por la que siempre tengo que estar empezando, porque no me propongo nunca nada estable.

Siempre dispuesto a salir corriendo en cualquier momento.

Sin nada más que lo puesto.

Sólo con el pasado a cuestas, porque es lo único que tengo de veras.

Y la tristeza. La alegría dura poco, se va.

Pero con la tristeza siempre puedes contar. Cuando todo se hunde siempre está ahí, acompañándote a todas partes.

Nunca te sientes del todo solo cuando estas solo.


Y un millón de estrellas fugaces


Quería escribir sobre el concierto, pero no sé qué decir. Quizá porque hay momentos cerrados que no se quedarán ahí, intactos, sin que nada que uno pueda decir después lo altere. Supongo que escribir es, precisamente eso, crear momentos, lo otro es otra cosa, contar, supongo. A mí se me da mal eso de contar historias, nunca he sabido mantener la tensión narrativa sobre algo que ya ha pasado, La realidad me parece aburrida y si es predecible, mucho peor. Yo soy como esos niños pequeños que te cuentan algo que ha pasado, o que han hecho, y se pierden en los detalles y no tienen más guión que un "... y entonces.." para unirlo todo. Joder, qué simple soy a veces.

Me hubiese gustado poder contar lo que la música hizo conmigo aquella noche, pero lo que transmite la música es como lo que te susurra el contacto con algunas personas: un misterio irresoluble que se queda ahí durante horas, días, décadas, supongo que también hay momentos así, no sé, creo que ha quedado bastante claro: no sabría cómo explicarr un hechizo porque si pudiera contarlo sería otra cosa, sería un suceso, un sentimiento, y creo que eso descartaría la presencia de duendes y demás alimañas que se mecen en el infinito rumor que vive al otro lado. Sea cual sea ese otro lado, y cuántos mundos paralelos existan.

El caso es que sí, aunque fui muy bien acompañado, me acordé de ti. No sé el porqué, quizá por eso de la magia y por aquello de lo ya imposible. Creo que va a ser un buen verano, tenía pensado coger vacaciones, no sé, no tengo demasiado claro dónde. Sigo con el pasaporte caducado.

Anoche volví a ver estrellas fugaces. Pasó algo raro, pedí un deseo y cuando estaba acabando de pedirlo apareció una estrella fugaz. Demasiadas cosas me indican que la magia está alterando la realidad o que me estoy volviendo loco.

Volvió a aparecer la luz intensa en el cielo y desapareció al ver que la había descubierto de nuevo. Espero que se un hada. Espero acontecimientos.

viernes, 24 de julio de 2015

Que nadie piense lo que no es


Creo que algo se avecina, no puede ser que tantas coincidencias no quieran decir nada en concreto. A veces me siento como uno de esos científicos locos que leen en los números de las líneas de bus y las palabras de los periódicos al azar, una especie de conspiración de extraterrestres...

Pero creo que igual todo esto tiene un sentido.

Un sentido inimaginable

o un sinsentido.

No sé.

Quizá

Me estoy volviendo loco.

Tarde o temprano tenía que ocurrir.


El otro día me crucé con Santi Balmes en la Plaça Universitat. Aclaro que eso no es una coincidencia, simplemente una anécdota... pero pasaba el 16 y en el Mundo deportivo de ese, se podía leer algo inquietante... si juntabas las palabras esdrújulas de los segundos párrafos de las páginas impares con los monosílabos unidos como el movimiento del caballo de ajedrez de la tercera página empezando por la esquina de abajo.

Lo imposible de lo imposible


La noche en que leí su correo había estado pensando en ella por la tarde. No hay nada de mágico en ello. Simplemente una indicación de la autopista me daba la oportunidad de cambiar mi destino y llegar hasta donde vive. Siempre que por mi vida se cruza su ciudad no puedo dejar de pensar en ella. Da igual que mis tíos y mis primos vivan allí, hay lugares que pertenecen a alguien que nos nos pertenece, y siguiendo esa asociación de ideas, en la imaginación de otros, nosotros también pertenecemos al lugar donde vivimos.

Sé que el tiempo ha sido el mejor aliado posible, que el destino a veces acierta, que un día alguien toma la decisión correcta o no toma la decisión equivocada, pero eso no quita que haya personas que siempre serán (por contacto directo) la mejor época de la vida de uno, porque coincidieron con (o propiciaron) días completos. Existen personas que con sólo pensar en ellas dejarás de fruncir el ceño y respirarás mejor, a veces incluso puede que te preguntes qué pudo haber sido. Da igual el tiempo que haya (o no) pasado. Sigo creyendo en la teoría de que el tiempo no existe, que todo pasa al unísono y nuestro ser lo ordena para que tenga un mínimo sentido.

El caso es que cuando llegué al hotel abrí el correo y ahí estaba su mensaje. Lo leí como veinte veces y puede que tardara dos horas en responderle. Todo de lo más formal, como debe ser con esas personas por las que lo hubieras dado todo, pero ese todo acabó en nunca.

Aún así, a veces, el tiempo se desordena, pierde solidez, se desmigaja hasta crear un rastro que conforma un camino que hasta entonces no te habías dado cuenta que habías dejado atrás. 

... en el que tú también te quedaste atrás en la vida de otra persona.

Que todo quedará circunscrito a las coincidencias, a los nombres escritos en las indicaciones de las autopistas o las vacaciones a destinos cercanos. 

Y si he de ser sincero, eso me entristece, no porque las cosas deban estar mejor así, sino porque en cierta forma siento que vivo sin una parte de mí; la parte segunda parte de la mejor época de mi vida, hecha de palabras y de sueños, de noches cerradas y cervezas con amigos; y luna llena, y sentados en un muro bajo, con los pies colgando, compartir eso que sólo existe porque ambos existimos.



miércoles, 22 de julio de 2015

Volverte a ver



Tendríamos que encuadernar lo nuestro, hacerlo libro, manosearlo hasta que se desgaste, releerlo cuando la lluvia no nos deje salir de casa, subrayar el tiempo, escribir notas a pie de página, recitarlo en voz alta, susurrárnoslo al oído como quien cuenta un cuento a altas horas de la noche para que alguien muy pequeño se duerma al oírnos, acurrucarlo con el tono, hasta que los personajes se conviertan en algo casi tan real como la realidad misma.

Deberíamos dejarnos de tonterías y volver a ser un cúmulo de palabras que desordenamos el uno en el otro hasta volvernos haikus casi sin sentido, sin objeto. Y volver a ser eso que un día fuimos, para empezarnos de nuevo con otra historia que contarnos el uno al otro, más viejos y con menos tiempo que perder, más lentos pero con los horarios de los trenes y los autobuses siempre a mano. Me gustaría volver a conocerte cada mañana para empezar todos los días con la sensación de que es el día más feliz de mi vida.

Y volar...


lunes, 20 de julio de 2015

Oráculo y ventana


La novela.

Hace días que pensaba en que quería volver a escribir algo largo, algo así como una novela corta. Supongo que hay cosas en la vida de cada uno que por mucho que quieras esconderlas siempre acaban por aparecer en un momento u otro, porque te definen, por uno no es el que le gustaría ser sino el que es, y por mucho que te empeñes no encuentras motivación para aquello a lo que renunciarías si pudieras hacer lo que quieres hacer.

Imagino que siempre tendré proyectos dentro de mi cabeza, que surgirán como una idea y se desarrollarán durante días, semanas, meses, hasta que acaben por morir sin llevarse a cabo. Pero últimamente las cosas se están acelerando, es como si mi cerebro trabajase mientras duermo en cuanto le hago un encargo, ahí está por la mañana, con la solución, la idea, el esquema que hay que trabajar durante los siguientes días...

Y a veces pienso que se me están acabando los días en los que puedo empezar cosas, que tarde o temprano esa fuente de energía se agotará y me quedaré añorando la creatividad desperdiciada. No sé, quizá esté exagerando, en cualquier caso tengo la sensación de estar viviendo la vida a medias, de sentir las cosas como a través de un plástico fino y transparente, sin llegar a tocar la superficie de las cosas, y casi peor que eso, sin que ellas me toquen. Empiezo a entender los motivos, y eso me tranquiliza y me desasosiega al mismo tiempo, porque entenderlo no conlleva una solución fácil. Es más, lo que se me ocurre pondría patas arriba casi todo, pensaba que vivir así es cómodo, pero en realidad es algo deshumanizado, no sufrir implica también no sentir la alegría. Todos los personajes que he descrito en todo lo que he escrito ven las cosas con esa distancia.

Quizá por eso envidio a quien sabe escribir desde el corazón, quizá por eso no soy capaz de darle rienda suelta a esa alegría de vivir que siento cuando leo poesía, o cuando entro en ciertos blogs, o cuando me pregunto qué pudo haber sido. No sé si estoy hecho para eso.

Quizá ese plástico transparente es la piel necesaria para soportar un mundo que intuyo demasiado hostil. No implicarse es algo así como un método de higiene que se ha ido convirtiendo en algo compulsivo, como lavarse las manos diez veces al día, o caminar por las baldosas sin pisar las juntas.

El caso es que anoche pedí a mi subconsciente una historia. Y a las dos de la mañana me desperté con la historia completa en mi cabeza. No sé como afrontarla, es compleja, sobre algo que había leído en los últimos días. Ciencia ficción. No sé si tiene mucho sentido que empiece a escribirla porque no sé si tendré tiempo ni si podré mantener el fuego mientras la historia aún esté viva.

No me gustaría que pasara como con "Moriría por ella" que murió antes de acabarla, que se quedó varada en aquella etapa de mi vida en la que dejé de creer en las sirenas.

sábado, 18 de julio de 2015

Nada de nada


Siempre estuvo ahí. No sabría decir desde cuándo ni sé decir cuánto tiempo más seguirá persiguiéndome. Me gustaría creer que tarde o temprano acabará por cuajar en algo que tener en las manos y poder pasarlas por encima, pero no sé si será en esta vida. Podría achacarle a estos tiempos de vértigo mi incapacidad para acabar las cosas que empiezo, pero mentiría. Siempre fui así, uno osado temeroso, alguien que empieza mil cosas.

Esta vez creo que he encontrado el punto de equilibrio. Me gustaría creer que es fortaleza, pero no lo es en absoluto. Nunca he sido alguien disciplinado y supongo que eso me ha invalidado para el éxito. El éxito es algo que se ha instalado en nuestra sociedad como una dulce tortura, algo así como como una religión con millones de dioses que se dirigen a todos a través de millones de pantallas, de miríadas de píxeles, que nos atrapa con su insufrible coreografía de hombres seguros de sí mismos en apariencia, todo fachada, escondiendo siempre lo humanos que pueden llegar a ser, o la crueldad a la que son capaces de llegar.

Todo es un escaparate, todos nos construimos una vida que mostrar. Todos somos servidores del gran dios Éxito. Y yo no sé hasta qué punto estoy empezando a perder la fe o hasta qué punto estoy subiendo puestos en la escala dionisíaca de ese dios ególatra, borracho de sí mismo, infinito y al mismo tiempo atrapado en su cuerpo de persona, de ser imperfecto y perecedero.

Mientras tanto, sigue ahí el deseo incontrolable de escribir, y de que tú me leas.

Y que te guste lo que lees.

Y que pienses algo de mí que es mucho mejor de lo que soy.

Porque no me conoces.

Y ante ti puedo ser lo que quiera.

miércoles, 15 de julio de 2015

La tabla de medir fanegas


Vuelvo a no saber qué escribir, la página en blanco vuelve a ser un precipicio y yo vuelvo a ser ese personaje con vértigo al que le cuesta acercarse a la borandilla. Me gustaría tener alas, pero no sé hacérmelas crecer, a veces pienso que debería hacer otro curso de escritura para poner en marcha la rueda, dar de comer al gusanillo de aquello que, hace ya más de diez años, era importante en mi vida. Antes de que todo se convirtiera en una huida hacia adelante y de que las cosas empezara a ponerse feas.

Ha pasado el tiempo. Casi todo sigue igual.

No me quejo.

Quejarse no sirve para nada salvo para perpetuar los problemas. Hace tiempo que intuyo que el mundo tiene muy pocas reglas, reglas que si las cumples te abren caminos más fáciles de transitar, pero ¿qué le voy a hacer? nunca he sido de seguir normas y no voy a empezar ahora. Así me va. Lo asumo, me ha costado hacerlo, pero así es.

Llevo días extraños, ayer vi una luz en el cielo que brilló de forma muy intensa y luego desapareció en un instante. No era una estrella fugaz, no sé. Fue algo muy raro. No es lo más extraño que he visto y sentido estos últimos días. Hay algo en el aire, algo así como una conjunción de planetas y un presentimiento de que algo bueno-malo está a las puertas esperando a entrar.

O salir.

Me hubiera gustado ser una persona normal, no dudar, pensar sólo en lo material, no ser tan tímido. A veces creo que me rompí hace tiempo y desde entonces no hago más que pegar pedazos. No me gustaría seguir así durante mucho tiempo, no con esta sensación de provisionalidad, no con esta impresión de que las cosas son tan efímeras, de que todo empieza para acabar en poco tiempo. Nunca como ahora había entendido al androide de Blade Runner. "Vivir con miedo, en eso consiste ser esclavo". Si pudiera pedir algo sería vivir sin esta angustia de estar vivo. Pero por otro lado, con el tiempo, he aprendido a vivir escondiéndome, buscando en cualquier parte, con períodos buenos, como éste, pero preparándome para la siguiente embestida.

El miedo consiste en eso, en prepararte para lo peor. Saber que nunca vas a estar tranquilo, que en cualquier momento todo puede cambiar y vas a volver a la calle, que vas a volver a tener que disimular que estás bien, que vas a tener que repetirte que todo va a salir bien aunque muy dentro de ti el bicho te grite que esta vez no, que cada vez eres más viejo y estás más solo.

Aún así no me va mal. He creado mecanismos de alerta y he trazado rutas de escape. A veces me doy cuenta de que esa necesidad de salir en cualquier momento hace que no me apegue a nada ni a nadie. Es algo que empiezo a asumir. Y visto lo visto, es casi lo mejor que podría hacer. Reconozco que aceptar este tipo de vida no ha sido fácil. Nada es fácil, hasta que lo conviertes en una rutina.

Siempre que empiezo a escribir sin rumbo acabo por hablar de lo mismo. No sé si es que esto que pienso ha acabado por convertirse en algo que llevo integrado en el adn, como si de tanto pensar en ello algo hubiera mutado en mí y todo pasara por ese filtro biológico modificado.

No importa, he llegado a esto y bueno, no estoy especialmente orgulloso ni avergonzado. Sigo en ello: esperando el próximo huracán, pensando en que no debería escribir esto en voz alta, pero también sé que al subirlo aquí, en cierta forma, estoy más a salvo que si lo dejara macerar cuerpo adentro, como si esto fuera la maldita terapia de un puto loco que sabe que lo está y lo va aceptando poco a poco.

Pero intuyendo que los locos son los demás.

Con su falsa idea de que las cosas están bien como están y no cambiarán nunca sus circunstancias.


martes, 14 de julio de 2015

La fría luz del fuego



Anoche no podía dormir e hice algo que casi nunca hago: salir a la terraza desnudo. Sé que echaré de menos tener este espacio abierto cuando no lo tenga y que me entrarán ganas de cenar por las noches al fresco, pero hoy por hoy el piso de arriba es casi desconocido para mí. Desde que cambié la oficina a la habitación de abajo y después me fui a la nueva oficina habré subido media docena de veces. Anoche tuve esa necesidad, no sé. Hacía calor y no podía dormir, eso es todo.

O no.

Hace un par de meses fui a un curso de esos raros a los que me da por ir. Medio psicología, medio parapsicología, medio magia, medio "pero de dónde coño sale tanto friki"... pero algo sucedió que me cambió la percepción de esos cursos para amas de casa aburridas que buscan el milagro de que sus vidas cambien sin que ellas tengan que arriesgar nada.

Siempre hay que arriesgar para cambiar las cosas.

Tomar riesgos ya es cambiar.

Pero, maldita sea, algo invisible me tumbó. Sugestión pensé al principio. Estos tíos me han hipnotizado. Así que pensé en que la mejor forma de comprobarlo era hacer el curso de aprendiz de brujo, médium, lo que sea que fuera. Mierda, no tendría que haberlo hecho. Ahora soy un puto mago de las energías universales y cambio el curso del tiempo e influyo en las personas con un movimiento de manos, con unas oraciones raras de cojones... y el universo como lienzo, por supuesto.

Por eso subí a la terraza anoche, para refrescarme el cuerpo y chutarme una ola de energía del infinito... y ahí estaban... un millón de estrellas, con todos sus átomos incandescentes, suspendidas en un vacío oscuro casi tan frío como el corazón de mi última novia, como el corazón de todas las novias que he tenido desde cuarto curso.

Y no sé si hice bien, el caso es que al universo le pedí algo tan imposible que si me lo concede no me quedará ninguna duda de que la puta magia es real como la vida misma.

Luego bajé al piso de abajo y puse a mirar el facebook en el móvil.

Y mientras me dormía pensé que sería bueno cambiar para mejor.

Que todo fuera a mejor.

Que yo fuera mejor persona.

Aunque la magia no existiera y tú fueras inalcanzable como hasta ahora.

.....

(Al día siguiente)

La verdad es que lo de la energía esa funcionó algo.

Algo.

Expectante estoy

lunes, 13 de julio de 2015

El viento frío del norte, el viento cuchillo


A veces lo noto con meses de antelación. Es decir, noto la caída antes incluso de que algo la produzca. Veo pasar por delante de mis ojos un final incluso antes de que todo empiece. Ahora sé que puedo evitarlo, puedo cerrar los puños, puedo empezar a practicar equilibrios, ponerme el traje de neopreno para soportar mejor el frío.

A veces lo noto y no puedo dejar de pensar en ello.

Como si en algún momento las cosas se pudieran torcer hasta que hubiera no remedio y sin embargo si se actúa a tiempo si pudiera evitarse ese camino de no retorno.

Creo que antes lo veía y no me importaba porque me sentía tan fuerte como para poder afrontar cualquier cosa.

Pero ahora he aprendido que nadie es lo suficientemente fuerte como para aguantarlo todo, una y otra vez.

Ahora sé que el más fuerte es el que conoce lo que viene y elabora un plan.

No importa cómo ni por qué.

Abro los brazos y respiro por primera vez en mucho tiempo.

No sé si será bueno o malo

Creo que esta vez no importa demasiado.


domingo, 12 de julio de 2015

Y que me nacieran historias otra vez


Me gustaría que en mis días sonara una banda sonora que me acompañara cuando voy al trabajo o cuando estoy en silencio; una banda sonora suave y tranquila a veces, cuando pienso en ti, música y silencios mezclados, como en las películas de autor que veíamos en el cine Verdi...

... y una voz en off

que me contara lo que está pasando, que leyera lo que pienso y lo que siento en voz alta, susurrándome al oído el guión que algo o alguien está escribiendo en ese momento... y en el que tú y yo somos los protagonistas principales.

sábado, 11 de julio de 2015

Miss Oh! no, Lulú...



Y hoy he leído las entradas que escribí cuando la conocí.

Y sigo sin entenderlo.

Va siendo hora de que me despida de verdad

miércoles, 8 de julio de 2015

El silencio del perdedor


Podría haber sido de otra forma. A veces me equivoco y sé que me estoy equivocando. No sé si eso me convierte en culpable, pero en ese momento en el que ocurren las cosas me da igual. Los remordimientos llegan luego, pocas veces, lo reconozco; no soy mucho de pensar qué podría haber cambiado si yo hubiera hecho esto o aquello. Todos nos equivocamos alguna vez. Yo, muchas.

Pero si pienso en ella no tengo escapatoria, es como si tuviera algo pendiente con todo lo que ella es, como si, de alguna forma, me hubiera convertido en responsable de lo que le ocurriera a partir del momento en que la conocí. Con respecto a eso, creo que lo hubiera podido hacer mejor, es decir, creo que hubiera podido hacer algo para que su vida cambiara a mejor, pero la gente no cambia sólo porque tú quieres que cambien. Nadie cambia a menos que le ocurra algo muy gordo, o que esté harto de que todo le salga mal y se proponga no seguir haciendo siempre lo mismo. Entonces sí que existe una pequeña esperanza.

Pero se trata sólo de eso: una minúscula posibilidad. Somos animales de costumbres. Y ella se había acostumbrado a vivir como si todo fuera una huida hacia delante. Creo que hay gente que sale corriendo un día sin saber muy bien hacia dónde ni el porqué lo hace. Ese tipo de adrenalina engancha, el cuerpo se acostumbra a los garitos oscuros y a que todo parezca fácil, sin responsabilidades más allá de sentirse vivo. Lo sé porque lo he visto noche tras noche durante muchos años y si algo me ha salvado es la incapacidad para sentir eso que intuyo que sienten otros. No me importa, sin embargo un día conoces a alguien que sabes que se va a estrellar en cualquier momento. Y aunque te has prometido que nunca te jugarás el pescuezo por nadie así, un día te ves metido en ello.

Como cuando encuentras a un cachorro abandonado en la calle y te lo llevas a casa.

Estás perdido. Te dará algo que no sabes que existe. 

Te dará un motivo.

Y un motivo es lo que necesitas, es lo que estabas esperando desde hace años sin que te atrevieras a pronunciarlo en voz alta, ni siquiera a media voz, ni siquiera para ti.

Y de la misma forma que un cachorro te araña las cortinas y te muerde los muebles, de la misma forma que te ensucia la casa y te obliga a tenerle siempre presente, habrá persona que hagan eso con tu alma.

Y sin saber por qué los querrás.

Por eso, te voy a dar dos consejos. Nunca recojas un cachorro de la calle y nunca te enamores de alguien de quien no puedas no enamorarte.

martes, 30 de junio de 2015

Idiota


Ayer volví a leer algunas entradas de 2010. No me gusta la persona que se refleja en ellos. Me avergüenza profundamente casi todo lo que escribí. No me gusta cómo escribo, pero esas entradas fueron demasiado crudas, fueron escritas desde la rabia, veo a alguien innoble, alguien que no quiero ser nunca más. 

Creo que cambiar el tono en le que se expresa cambia a la gente, y que también, cuando la gente cambia, es capaz de cambiar lo que dice y siente habitualmente. Me gustaría que todo lo que dije no hubiera sido dicho. 

Supongo que tendré que vivir con ese que fui, aprender a no serlo nunca más. En parte, creo que sí he aprendido algo, aunque sea a huir de la gente y viajar con poco equipaje. 

Luego, después de un rato, pensé que hay cosas que se dicen cuando echas sal en una herida abierta, cosas que se gritan. 

No fue justo. Supongo que no sirve de mucho. Ella ya no entra en el blog. Entonces sí, y tuvo que dolerle mucho. 

Estaría bien que pudiéramos reflexionar con la madurez que nos da la perspectiva de los años, justo en el momento en el que suceden las cosas, pero no es así. 

A veces creo que no podré empezar nada nuevo de verdad hasta que haya cerrado esa parte de mi vida en paz. 

Nadie tiene la capacidad de hacer las cosas de la forma en la que quiere en el instante en que suceden, pero pueden pasar años pensando en cómo hubiera tenido que hacerlas. 

Ese, supongo, es mi caso.

viernes, 26 de junio de 2015

El fondo del mar


Al principio creí que quemar deseos en la hoguera era otra forma más de tentar a la suerte, algo así como lanzar un sedal al mar con la intención de pescar ballenas, pero una noche de Sant Joan, quemé su nombre (o él me quemó a mí, no lo recuerdo) y eso cambió el rumbo de mi vida, o eso quiero creer, no sé.

El caso es que a veces uno desea algo tan grande que puede arrastrarlo hasta el fondo de un silencio oceánico, tan maravilloso como irrespirable, tan lleno de vida como de corales agonizantes; hasta que lo rescata una sirena, como en el cuento. Los hombres tenemos algo así como un contra-cuento de la Cenicienta, donde al príncipe lo salva un pez. deberíamos inventar una género femenino para pez sin que tenga que ser necesariamente "peza".

No sabría decir qué ni cómo salió mal. Me basta el dónde y es hasta aquí hemos llegado. El tiempo lo quemará mejor que todas las hogueras de Sant Joan juntas, al menos a mí me queda esa esperanza. Mientras tanto, sigo creyendo que se pueden atrapar deseos inmensos, aunque te sumerjan hasta paraísos insondables.

Uno puede regresar del deseo si sabe romper el sedal a tiempo.

Supongo que sólo tenemos una vida para averiguarlo.

Aunque a veces me seduce la idea de que vivamos simultáneamente en infinitos universos en los que enmendar errores, y en donde en uno al menos, somos capaces de respirar debajo del agua.

martes, 23 de junio de 2015

La hoguera donde quemé mi deseo


Años más tarde me confesaría que la noche en que la conocí había estrenado un wonderbra. Y yo que creía que me había conquistado su sonrisa... todos los hombres somos iguales. Algunos más iguales que otros, pero ¿qué le voy a hacer? Supongo que aprendí a leer su cuerpo con las manos y me volví un estudiante aplicado, eso es todo.

O eso debería haber sido todo. Yo creo que uno se enamora precisamente cuando no quiere hacerlo, que es algo así como una gripe; sabes que salir a la calle sin chaqueta te puede costar una pulmonía, pero sales igualmente porque tienes la estúpida creencia de que ese día las leyes de la naturaleza no funcionan contigo. Y a mí me pasa eso, yo ya sé que no debo quedar una segunda vez, que un virus al que no soy inmune anda suelto. El segundo día llevaba puesta una sonrisa en lugar del wonderbra. Lo hubiera preferido. No tuve escapatoria.

Y de haberla tenido no hubiera intentado escapar.

Supongo.

Un viento se levanta


Cuando la conocí yo empezaba a buscar eso que siempre creí que pertenecía sólo a unos pocos magos. A mí, por aquel entonces, me costaba digerir tanta inocencia o, por lo menos, la veía pasar como se ven pasar las paradas cuando te has equivocado de autobús. Y pensé que tenía tanta suerte de que el tiempo se detuviera de esa forma que no creí que pudiera volver a ponerse en marcha nunca más...

Pero supongo que las cosas ocurren porque no tienen remedio y así, como con todo, con el tiempo he aprendido a no perder la cabeza. Yo creo que eso es un rasgo de la edad que juega siempre en contra: sobrevivir. Sobrevivir está sobrevalorado. Lo importante siempre fue arder hasta consumirse.

No sé cuándo lo olvidé. Supongo que al mismo tiempo que olvidé lo que era estrellarse.


Hoy hace diez años, es decir, cuando den las diez de la noche de hoy hará algo así como una década. Siempre hay un día en el que te cambia la percepción de las cosas, y sospecho que lo peor que puede sucederte es que en realidad cambien, aunque sea años más tarde, para volver al lugar de inicio y que tú regreses con él.

A veces la verdad contiene demasiadas mentiras.

Y las mentiras, demasiadas certezas.

Pero no puedo evitar sentir nostalgia. La tristeza que la provoca hace tiempo que dejé de sentirla.

La tristeza está también sobrevalorada. Es lo que te lleva a resignarte y la resignación a sobrevivir.

Y lo importante siempre será arder.

Como en una hoguera.

Hasta que no quede nada del pasado.

O hasta que muramos en el intento de asaltar las estrellas.

lunes, 22 de junio de 2015

Mañana hará diez años



Ella tenía casa en ese lugar en el mundo en el que yo siempre había soñado vivir. Igual fue sólo por pura piratería de sentimientos, por decir yo he estallo allí y he vuelto, que la quise. Lo que no sabía es que puede que haya lugares desde los que se puede volver, pero hay personas de las que no se puede regresar nunca.

Tal vez sea sólo una suposición mía y, en el fondo, uno nunca es el mismo pase lo que pase; pero si hoy pudiera pedir que se me concediera una cosa, una sola, sería llegar a saber si sigo todavía allí y esto, esta sensación de que aún estoy vivo y vivo esta vida en la que estoy escribiendo en este blog que no sé si es mío, es una forma de seguir con la esperanza de que todo regresará al mismo estado antes de encontrarme con ella.

Para volver a conocerla.

Y que todo fuera distinto.



Supongo que tendré que aprender a vivir así.

domingo, 21 de junio de 2015

Verano 2015


Aprender la diferencia entre lo que es y lo que parece que es, entre lo que quieres y lo que necesitas ahora, perder el miedo a dar pasos en falso que pisan huellas de otros pasos en falso que tuvimos que desandar. Demasiado difícil para intentarlo de nuevo, demasiado viejo para volver a pretender que aún puedo con casi todo lo que me proponga. Perder, a veces, para sacar fuerzas de donde no quedan, perderse y no saber volver a casa.


jueves, 28 de mayo de 2015

La oscuridad infinita


Hace tiempo que no escribo. Supongo que estoy demasiado ocupado o que escribir ya no ocupa el espacio que antes reclamaba como suyo. Supongo que me he hecho menos reflexivo y más activo, o que simplmente, todo vuelve a tomar velocidades casi tan de vértigo como soñaba que tendrían cuando rezaba para que los sueños se materializasen.

Durante estos años he ido escribiendo una y otra vez los inicios de proyectos que nunca acabaron de funcionar del todo. Era lo más sensato para no caer en la desesperación del día a día. Ahora recuerdo aquellos días como una gran mentira de la que no habría podido surgir esta realidad que empieza a tomar forma.

A veces me pregunto cómo pude soportarlo, no me refiero a que la vida fuera algo oscuro y difícil de llevar, sino cómo pude construir un personaje que caía y se levantaba y hacerlo mío hasta que yo mismo acabara por ponerme ese traje para salir al mundo y convencer a los demás de algo en lo que, en realidad, no creía.

A veces creo que sigo soñando.

Y me detengo y me pregunto si todo esto es cierto.

Tengo miedo de que sea igual que otras veces, que necesite otra mentira más para poder seguir adelante. Entonces miro a mi alrededor, entro en la cuenta del banco y miro la cuenta corriente, voy de vinos con los amigos y puedo pagar mi parte, los veo y pienso que nadie sabe quién o qué he sido, como si tuviera un pasado del qué avergonzarme. Supongo que ya nada será como antes, que yo no seré el mismo que hubiera sido si no hubiera visto la miseria tan de cerca, tan en silencio, tan desde detrás de las cortinas.

Durante mucho tiempo he sentido desprecio hacia la gente corriente, desprecio por los que tenían un sueldo a final de mes, no odio, sino algo más lúgubre y de baja intensidad, como si perteneciera a una casta que conoce algo que no conoce el resto, donde las cartas de embargo, las llamadas telefónicas a horas intempestivas reclamando tres cuotas de hipoteca, o el pasar por casa de mis padres para comer constituyeran algo de lo que no avergonzarse, sino que a quien debería avergonzar es al resto.

Y ese sentimiento ha quedado impregnado en lo que soy. El hombre que soy no puede ser ya de otra forma, ha aprendido que las cosas son más duras de lo que parecen y sabe que se puede adaptar a casi cualquier cosa. Y eso me hace sentir orgulloso y al mismo tiempo me aleja del mundo, me previene contra la felicidad. La felicidad es dejar de estar alerta.

Y entonces comprendo mucho mejor el odio.

El odio no es sólo miedo, el odio es el miedo a la felicidad cuando tú estás excluído de ella.

Y entonces dejas de amar

porque ser feliz implica amar

Y ese es un lujo que no se puede uno permitir cuando sólo se vive para sobrevivir.

Y un día piensas en todas las personas del mundo que sienten eso mismo que tú, a veces multiplicado por mil o diez mil y te parece un milagro que no salgan todos en tromba hacia donde estamos nosotros, que vivimos en la opulencia y en el despilfarro mientras ellos mueren en guerras o por hambrunas.

O por un mísero vaso de agua contaminado.

Y entonces...

...entonces mi vida cobra sentido.


miércoles, 1 de abril de 2015

El tiempo acabó por borrar su nombre, pero gmail, linkedin y ahora Andrés se empeñan en devolverlo de vez en cuando...


A estas alturas, yo ya sé que el tiempo cura poco y mal, que lo único que se puede hacer es mirar atrás y acostumbrarse; y a mirar adelante con un poco de miedo a que al volver a mirar atrás los recuerdos queden más lejos que la última vez y a tener miedo de ya no verlos. Y también acostumbrarse a eso.

A estas alturas ya no me quedan dudas, de las poco importantes quiero decir, porque las otras, las de si aún piensa alguna vez en mi, todavía están ahí, agarrándose al clavo ardiendo. Pero por lo demás ya no creo en nada. Tampoco echo de menos nada. "Nada" debe ser un estado de ánimo.

Supongo que es la primavera, que rompe con fuerza este año, y el eclipse y esta gripe, y tanta lluvia y tanta crisis y tanto tiempo así...

... esperando a que curase las heridas y era un fraude.

Tengo suerte de que al menos pueda seguir escribiendo estas cosas casi sin dolor, de hacer de sueños corazón, de abrir puertas de las que nunca imaginé encontrar la llave, de haberme convertido en lo que quería ser de niño, de saber pasar el tiempo sin echar de menos la alegría, de no irme ahora mal con las mujeres...

... pero nunca pensé que las coincidencias fueran a acertar hasta con las placas de las calles.



... y me pilló desprevenido.