viernes, 4 de julio de 2014

La indiferencia


Hoy hace un año que empecé de nuevo otra vez, la misma fiera afilando las uñas en la misma piedra, mostrando los colmillos al mismo punto indeterminado del mismo cielo. Digo yo que la perseverancia debería tener premio y que a mí, en eso, no me va a ganar nadie; creo que si me muriera seguiría haciendo lo mismo aunque fuese desde el infierno o desde las nubes, aún no tengo muy claro dónde me va a llevar todo esto. El caso es que vivo en un eterno retorno porque yo sigo volviendo, cometiendo menos errores, o más pero distintos. Pero sigo.

Me pregunto por qué en otras áreas de mi vida no hago lo mismo. Me voy y no vuelvo, o no acabo nunca de seguir queriendo regresar al mismo lugar. A veces la respuesta que me sale es que porque no lo deseo lo suficiente. O por que no necesito saber algo que ya sé y he comprobado una y mil veces que funciona de la misma forma y a mí, nunca me gustaron las cosas que se saben de antemano, ni se dicen demasiado directas, ni son demasiado frecuentes.

Hace días que tengo una sensación extraña, sé que me voy a encontrar con la princesa de la luna. Y eso es volver a algo a lo que no deseo volver, porque intuyo que es el azar el que interviene y es que estos días voy a coincidir en lugares en los que no soy habitual, pero sí lo es ella. Tampoco es tanto azar, ahora que lo pienso.

Supongo que temo ese momento porque no sé cómo reaccionará ni cómo reaccionaré yo a su reacción. Porque puede ser cordial, indiferente u hostil. O las tres cosas al mismo tiempo.

En fin, no adelantemos acontecimientos.

El post venía a cuento de que hace un año empecé un nuevo proyecto y no me ha ido mal del todo. Ya he desarrollado tres patentes y estoy en marcha con otras tres, al final me di cuenta que la creatividad es algo que uno tiene porque es capaz de incorporar sueños a la realidad, mezclarla en una masa que no siempre acaba dando un buen resultado final. Y era un poco lo que he ido haciendo en este blog durante mucho tiempo.

Echo de menos escribir todos los días, pero yo escribía básicamente porque estaba muy triste, por desamor y porque no encontraba un sólo momento de cordura dentro de una gran desesperanza. Porque uno hace las cosas básicamente por amor, por darlo o por recibirlo, por sentirlo o por sentir la paz que lo inunda todo cuando se vive en la vorágine que supone.

Y a mí, el desamor me desbordó durante unos cuantos años, porque no entendía algunas cosas que estaban cambiando en la forma de sentir el mundo. Pero me he ido adaptando, o por lo menos he aprendido a fingir que lo hago. Y no me va demasiado mal.

Supongo también que son cosas de la edad

1 comentario:

José A. García dijo...

Lo bueno es que al menos una parte de todo lo que nos proponemos funcione como se espera que lo haga. En éste caso, las patentes, el resto, cuando sea el momento indicado, terminará por alinearse a lo que ya funciona.

Suerte

J.