jueves, 12 de junio de 2014

Día mundial contra el trabajo infantil:


Me pregunto cómo cambiar las cosas. Y qué puedo hacer por cambiarlas. Muchos días me acuerdo de Yesiah, mi ahijado en la fundación Vicente Ferrer. Estoy convencido que su vida no cambió demasiado tras conocerme y que sus expectativas eran muy altas. Me cogía fuerte la mano y me pedía con la mirada que me lo llevara de allí.

Si algo me traje tanto de la India como de Brasil es que la sociedad no merece la pena si no protege a los más vulnerables, que una sociedad sólo prospera cuando mejora la calidad de vida de los que más crudo lo tienen, que el planeta lo van a salvar ellos sin nada, mientras que nosotros, con todos los medios, apenas movemos un dedo.

El mundo cambia sin que nosotros lo cambiemos. La tasa de pobreza en el mundo va disminuyendo en porcentaje pero el número de pobres se ha estancado, porque cada vez somos más.

Sigo pensando que de la pobreza se sale en el momento que puedes cultivar tus propios alimentos, y sigo pensando que lo primordial es el agua. Por eso, a pesar de llevar casi cuatro años empecinado en llevar el proyecto del agua a todas partes sin conseguirlo, mantengo la esperanza y pierdo horas de sueño y gasto dinero que no tengo y me pongo en manos de futuros inversores que, no sé si entenderán lo que me mueve.

A ojos de casi todo el mundo soy un fracasado.

Pero tengo un sueño, una visión del mundo que quiero para las generaciones futuras. Y hace tiempo que no lucho por mí, sino para que cada día esté más cerca de lograrlo.

Pero no sé transmitirlo. De veras que no lo sé.

Y eso me desespera.



Hay que salvar a los niños, ellos no pueden defenderse. Cualquier abuso cometido contra un niño es mil veces más horrible que contra un adulto.

Todo esto siguen siendo palabras, las palabras no llevan a ninguna parte. Siempre pienso que cuando las cosas mejoren haré esto o aquello, pero ni mejoran ni hago nada. No sé si la vida tiene mucho sentido si permitimos injusticias, si los que no tenemos responsabilidades familiares seguimos viviendo con ellas, contando los minutos hasta que empiece el mundial de fútbol, olvidando lo escrito en unos minutos.


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