lunes, 31 de marzo de 2014

Fotografías antiguas


Se nos volvió invisible el rastro de las pisadas en la hierba, la luna lo borró con un manto de tiempo como si quisiera dejarnos en nuestra conciencia la incertidumbre de "un pudiera haber sido". Se ennegreció la maleza hasta volverse casi azul marino, hasta hacernos olvidar nuestros nombres y el tacto de la palma de la mano  leyendo mutuamente y en braille el surco de las líneas del destino de ambos.

Y llegó la luz sin luz y la vida sin vida, como siempre que marzo se extingue entre los últimos y helados estertores invernales. Y recordé lo mucho que yo quería quererte a cientos de miles de millones de átomos de distancia y de lo lejos que quedan los viajes espaciales para la soledad en la espera del astronauta abandonado en el centro de entrenamiento; desde donde no se pueden ver las estrellas porque si se vieran se volvería loco.

Supongo que si pudiera volver a aquel instante, si pudiera pedir, sin parecer un mendigo, una señal inequívoca que me permitiera seguir teniendo esperanzas regresaría, aunque tuviera que construir una máquina del tiempo, a aquella noche de luciérnaga y brisa en la que me sentí tan pleno que casi creí morirme de vida.

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