viernes, 26 de diciembre de 2014

El invisible don de ser y estar


Te he visto caer y levantarte mil veces, apretar los dientes y seguir hacia adelante. He visto lo que hacías cuando nadie más miraba y has sido solidario, generoso, paciente, terco, justo, valiente. Te he preguntado, a veces, cuando he notado una sombra alrededor tuyo, si pasaba algo y tú siempre has respondido un "no pasa nada" o un "no importa", y me lo has dicho amable y yo he tomado la distancia justa, quizá porque aún sigo pensando que la amistad tiene más de respeto por los silencios que por las palabras.

Pero quiero que sepas que si un día necesitas a alguien (no algo, sino a alguien que responda) yo no voy a estar muy lejos, que si un día decides que quieres compartir tu tristeza (también tu alegría), tu rabia ante lo injusto aunque salgas a la calle en paz (la violencia siempre engendra vergüenza); si a la vida un día le gritas que ya basta de derribar lo construido con tanto esfuerzo, si te cansas de llevar el peso de otros y aún así sigues sosteniendo su voz, si al destino le quieres ganar por fin, ese pulso que mantienes con él; si decides dejar atrás el insomnio para seguir soñando despierto, si vas a VIVIR con mayúsculas, es decir, sentir esa fiebre en el cuerpo que te pide más y más... y más, hasta que tanta vida te dé vértigo.

Quiero que sepas que voy a estar ahí si me llamas. No siempre de la forma en la que esperas, quizá no como hoy (ya me conoces, yo también tengo un destino al que ajustarle las cuentas).

Porque el tiempo no cura las heridas, las curan los silencios, las palabras y las manos de los que nos comprenden a lo largo de los años y nos enseñan que nada es imposible si  no estás del todo solo, que nos enseñan que la verdad tal vez no sea negociable, pero sí el precio que vamos a pagar por ella.

Así que ya sabes, que el miedo no te sirva de excusa, acaba esta etapa de tu vida y vuela, aunque sea lejos de aquí, no sólo para llegar tan arriba como puedas sino porque nunca sabes quién va a aprender a volar inspirándose en tu forma de surcar el cielo.

Sé que éste va a ser tu año.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Cuando el destino nos alcance



El tiempo huirá y yo con él, nos convencimos el uno al otro de que así era mejor, pero sólo uno de los dos tenía razón. El tiempo se irá hacia adelante dejándonos atrás, en lugares distintos, en momentos hechos de recuerdos, no tendremos nada ya en común salvo la sensación permanente de que algo nos falta. A uno más que a otro, unos días más que otros.

Pero un día nos encontraremos a ese tiempo que salió corriendo esperándonos con los brazos cruzados sonriéndonos como a viejos amigos; estará en algún lugar de nuestras vidas, ahí, sabio de consejos, y nos preguntará que por qué no lo perseguimos juntos, de la mano, y supongo que yo no sabré qué decir. Quizá tengas tú la respuesta y la digas en voz alta. Sería triste que ambos nos miráramos porque no sepamos qué decir, pensando que era el otro quien tenía motivos para dejar que el tiempo se marchara tan lejos de nosotros.

Si sólo se vive una vez, si no hay segundas oportunidades, si esto de vivir sin ti es lo que me espera, si buscar sin querer encontrar mi lema, si nunca más tendré la sensación de que me falta el aire cuando estoy junto a alguien, si el amor van a ser todos estos cuerpos y estas camas que no tienen rostro ni alma, si el tiempo al final del tiempo me dice que se acabó, que no hay otra vida en la que encontrarte de nuevo, entonces, entonces me perderé para que me olvides, para que no lleguemos juntos a ese día en el que el destino nos reúna de nuevo.

Se me dan mal las despedidas, ya sabes, se me da mal casi todo. Lo intento, pero hasta intentarlo se me da fatal. Casi nunca acabo lo que empiezo, me voy antes de tiempo, sueño despierto, se me va el tiempo en tonterías. A veces casi, casi, casi consigo algo medianamente importante; casi.

Quizá sí te sobraban motivos.


jueves, 11 de diciembre de 2014

Lies - Glen Hansard & Marketa Irglova

La eternidad



Para mí, cartografiar las dunas de tu cuerpo fue como cumplir el sueño de toda mi vida. Y supongo que estoy en ello, en sobrevivir a eso, a que me quede un tiempo extra en el que sé que no voy a conocer a nadie como tú. Y no sé si a eso se le puede llamar el resto de mi vida. Porque el resto de mi vida fue el tiempo que transcurrió entre que te conocí y dejé definitivamente de verte.

Y después esto.

Llenar los días.
Buscar un motivo.
Despertarme de madrugada solo y sentir la oscuridad y el silencio como si fuera un animal herido.
Y seguir adelante.
Haciendo creer a todo el mundo que aún sigo vivo.

martes, 9 de diciembre de 2014

La gran suerte


Usted no lo sabe, o quizá no lo recuerda, pero a mí, la primera vez que la leí, se me encendió una hoguera dentro y pensé "yo quiero vivir junto a esta chica para siempre". Luego, ya sabe, las distancias, la incertidumbre, la lluvia, este invierno que a mí siempre me juzga y me condena a tres meses y un día de hielo. Ya sé. Llegó la primavera, pude haberlo hecho mejor, pero uno sólo es uno mismo cuando pierde la oportunidad de ser ese que merece la gran suerte.




martes, 2 de diciembre de 2014

Alguien como tú


Supongo que cuando se va el rencor queda lo verdadero, si perdiste o ganaste, eso de que si en definitiva todo dio igual o igual la eternidad se hará hueco en todas las cosas que hagas para siempre. Supongo que al final descubres que lo que hay es otro principio. Otro más.

A veces me pregunto si el tiempo recuerda las vidas que deja atrás, todas, desde el principio, y si me respondería si le preguntara por ti, así, a secas, sin Facebook ni Linkedin




Algunas veces, sobre todo en otoño, cuando intuyo que me quedan unos meses difíciles por delante, que cuando llegue diciembre y me acuerde de ti por navidad, o cuando llegue el invierno y se le ocurra al cielo nevar, a mí se me activará ese programa de melancolía que me llenará los días de lo poco que recuerdo ya de ti.

He de decir, que cada año me voy acostumbrando más a esto, que todavía recuerdo el primero que pasaste ya con otro, no hay reproche en ello salvo de mí a hacia mí.

No me había pasado nunca antes. Todo este sentimiento de culpa ni todo esto de sentirme sucio, de no saber qué hacer, de haber convertido toda mi vida en una huida... huyendo de ti, volviendo siempre al punto de partida en cuanto me quedo sin rumbo, y es que sea donde sea; en cuando el pensamiento se detiene siempre empiezo a pensar de nuevo contigo ahí, en primera línea.

Esto de que las estaciones vuelvan cada año es una trampa mortal en la que no puedo evitar caer.

Pero los días soleados son lo peor porque suponen una tregua y que quieres que te diga; a mí la paz me recuerda que sigue habiendo una guerra.

En la que me gustaría poder olvidarte.

En la que en cuanto pienso en esa posibilidad me entra el miedo de olvidarte de verdad.

viernes, 28 de noviembre de 2014

A mi amor platónico 2.0


Me he pasado media vida queriéndote, suponiendo que la vida sea esa maraña de espantos y cortas alegrías que mi cerebro retiene a medias, sesgado, reinterpretado, empeñado en hacerme más humano de lo que soy, más listo, más guapo, hasta más alto y más bueno. Sospecho que al imaginarme a mí mismo no soy demasiado objetivo, a pesar de ello al menos tu presencia me tranquiliza. Si tú estás a mi lado, entonces... entonces no debo ser tan aburrido, ni tan cascarrabias, ni tan egoísta, porque quizá en esa historia que me cuento cuando me relato hacia el pasado reconozco al hombre que te merece.

Y merecerte me salva.

Me salva de ser lo que a veces creo que soy, del que en ocasiones me devuelve el espejo,del que no cumple sus promesas porque desea tanto cumplir imposibles..., del que miente, del que se miente a sí mismo, del que te roba minutos y le faltan horas , del escribe sólo para que le leas, del que lee sólo para poder seguir escribiendo para que tú me prestes atención

... el que te quiere

a veces sólo para sentir mi piel contra otra piel

el que te quita la ropa sin que ya le tiemblen las manos.




martes, 25 de noviembre de 2014

Aunque no todo esté perdido


Aunque no todo esté perdido y al mismo tiempo no nos quede esperanza, aunque la huella se haga herida y tenga la certeza de la muerte. Aunque soñemos junto a otros que no nos recuerden a lo que sólo tú y yo podemos llamar recuerdo, aunque leas y leer ya no te duela, aunque escribas y ninguna sílaba contenga ni siquiera (ni un átomo) la cadencia de la voz que con tu boca, mi boca pronunciaba una por una, todas las palabras que alguna vez alguien dijo en voz alta; aunque la luna ya no sea de hierro ni tu cuerpo ni el mío el eclipse con el que se oscurecía el mundo, aunque la verdad de pura vieja se haya convertido en otra mentira más, siempre nos quedará un "por si acaso" desafinado y mágico al que regresar en noches como ésta.

De la mano de Ismael


lunes, 24 de noviembre de 2014

Y aunque sé que el tiempo no cura las heridas, ni las palabras sirven como bálsamo; ni que un nuevo amor hará olvidar otro antiguo, a mí escribir me sirvió para aguantar la respiración y casi olvidar lo que era vivir con miedo a perderte.


Ha pasado mucho tiempo, pero no tanto como para que pueda verla, sin esfuerzo, cuando cierro los ojos. Es más, todavía me despierto a veces notando su ausencia como un hueco, un agujero concreto y sin fondo por el que se pierde la luz que entra a través de la ventana del dormitorio.

Hace tiempo un amigo me preguntó si podía decir en una sola palabra aquello que ella se me había llevado y yo le contesté casi sin pensar que con ella se fue la alegría. Y esa respuesta me dejó perplejo porque hasta ese instante en que surgió la pregunta no me había dado cuenta de ello.

Supongo que las cosas son así y basta, que no hay que indagar más allá de lo que a uno le provoca un daño irremediable. A veces pienso que esa clase de dolor me gusta, que lo busco hasta que se me hace insoportable, como si sólo al soltarlo desde tan abajo pudiera aliviarme, como esos locos que bajan a las profundidades del mar a pulmón libre y casi mueren en el intento y salen a la superficie renacidos, vencedores de un reto suicida.

Supongo que hay personas que son como el océano, que estar junto a ellas es como sumergirse hasta que no se puede respirar, pero al mismo tiempo lo atraen a uno hasta que no importa la muerte, y supongo también que ella era una de esas sirenas a las que uno perseguiría hasta que le estallasen los pulmones y moriría con el alma feliz de haber intentado lo imposible. Me imagino que se llevó la alegría hacia las profundidades, a un lugar donde no se puede ir a buscarla sin la certeza de que es mejor no regresar. Al menos es lo que siento en la boca del estómago desde hace años.

Pero como ya he dicho, ha pasado mucho tiempo y ya sólo me despierto a veces con esa sensación de existencia incompleta, al fin y al cabo, la vida continuó y después de unos meses empecé a volver a vivir con la apariencia de quien que recupera sus hábitos y sus deseos. Y volví a ser el hombre que quería ser y construí ese mundo que siempre quise construir.

El destino me ha jugado malas pasadas, no te creas, me ha herido y me ha echado sal en las heridas; he fracasado en cumplir el sueño de mi vida y he resurgido de esa pesadilla con bríos nuevos, no siento cansancio más que cuando me vence la rutina, voy a por todas todo el tiempo, porque sé que al destino hay que mirarle a la cara y desafiarlo, y sin embargo, cuando cambia el tiempo, la única fractura que me duele es haber sobrevivido a ella.

Y aunque para mí siempre sea febrero, y el tiempo me trate como me trató ella, y siempre diga que fue ella y ambos sabemos que fui yo, hay días en los que no puedo menos que sentir que sigo por inercia, creyendo que esto sólo es un paréntesis tras el que todo volverá al mismo punto de inicio, quizá con otra sirena de cola pez que no se le parezca.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Si el bicho se levantara una mañana y supiera que sigo escribiendo vendría a buscarme y todo empezaría de nuevo, todo se volvería otra vez negro brillante



Me dice que tiene que marcharse, que se ha hecho demasiado tarde, que no tiene un lugar a dónde ir, que se ha pasado la vida huyendo sin saber a dónde y ahora... ahora lo sabe y también que no llegará a tiempo. La miro sin que se me note ese terror que no se sabe que se tiene dentro hasta que las cosas cambian por un instante de conciencia ajena. Uno intuye que todos los demonios que debe conjurar en su interior se llaman de la misma forma, saben igual de amargos y producen el mismo temblor en las piernas.

Me dice que se va, que todo fue una equivocación, que lo nuestro sólo fue un lugar en el que fondear y no donde quedarse a envejecer, que yo ya sabía que ella era libre y que eso, precisamente, era por lo que yo la quería, porque soy igual que ella aunque aún no lo sepa o no quiera decirlo en voz alta.

Le pido que no se vaya hasta mañana, que la oscuridad está llena de alimañas, que para mí tampoco es como lo había imaginado, que la vida es lo que tenemos por delante y el alma es eso que nos quema y nos empuja a vivirla, y lo entiendo tan bien porque puedo ver las llamas en cuanto cierro los ojos, porque las veo desde que era un niño, que a mí el ardor de la sangre me llevó a buscar hasta que encontrarla a ella. El mismo animal herido, la misma fiera lamiéndose hasta cicatrizar el roce de los días.

Podría fingir que no me importa, que su voz no es una lluvia de cristales sobre la piedra de la que estoy hecho, que ya no moriría por ella, que no podría soportar de ahora en adelante toda la niebla que levantará su ausencia, pero entonces mentiría si es que el silencio supo mentir alguna vez al mirar a los ojos.

 Me pregunto si lejos el uno del otro encontraremos algo de paz, si un buen día nos despertaremos siendo sólo un hombre y una mujer que siente algo más que la fiebre abrasadora e incurable, cada uno en una vida distinta, con extraños a nuestro lado, con los hijos que no tuvimos juntos, despertándonos al lado de algo parecido a esa felicidad a la que siempre nos supimos inmunes.

Pero se va, cierra la puerta y se va hacia esa certeza que no se encuentra en ninguna parte. Y a mí me cuesta encontrar la calma, no porque el bicho quiera volver a ser el dueño, sino porque los años fueron domando al domador y lo hicieron más listo.

Y ahora sabe más... por viejo... que por hombre.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El último día de mi cordura

No me acuerdo cómo la conocí, pero sí cuándo la vi por primera vez. Salía por la puerta grande de un edificio de oficinas, vestida de El Corte Inglés y oro, con un escote sin costuras que le sentaba tan bien que me sugirió el título de un blog y mi epitafio. Le nacían auroras boreales en el pelo que levantaban huracanes de miradas, ardían las retinas a su paso, era una de esas pesadillas que uno no quiere que acaben nunca porque se sabe mero espectador y eso le hace sentir a salvo. Algún demonio había convertido el deseo en realidad y la realidad de nuevo en una quimera y a mí, supongo me pareció un espejismo pasajero que vino tan rápido que creí que se iría de la misma forma... Ese fue el principio de mi inmensa suerte y de mi oceánica agonía. Fue el día más feliz de mi vida.

Y en el que el destino fue más cabrón conmigo.

Yo tenía treinta y muchos, y una casa, y una mujer, y una amante tan, pero tan bonita... a la que mentía diciéndole que lo dejaría todo para irme con ella a vivir muy lejos; pero ese día, ese en el que la vi por primera vez bajando unas escaleras, me rompí la cordura por tres sitios que aún me duelen cuando cambia el tiempo; ¡y como he desperdiciado mi vida desde entonces! no cuento el tiempo a partir de ese instante porque voy detrás de él (del mísero e implacable tiempo) como si me llevara atado con una correa, dócil y resignado hasta que la muerte me cruce la cara y me grite por fín¡despierta!.

Y no es que me pese haberme convertido en esto sin alma que soy ahora, es más, siempre lo he dicho a quien me ha querido escuchar, la locura dio sentido a mi vida, o lo que es lo mismo, me empujó al abismo y mientras caía soñé que volaba.

Sabía que iba a morir a causa de ella, que me llevaría a un estado de enfermedad obsesiva y mortal por sobredosis, que su presencia acabaría siendo mejor que su ausencia, que su cuerpo era una droga, el síntoma, la excusa, y yo el que se cuece a fuego lento, el delirar por las noches, las treguas del fin de semana, las coartadas cada vez más inverosímiles, los celos de todos los que podría conocer a cada instante y el suplicar conociera a otro que se la llevara lejos de mi vida...

... y todo lo que escribí para ella...

Sé que voy a morir de ti,
que tú eres el virus
y yo la fiebre.

que voy a quererte hasta hacerme voz
hasta que te enamores de nuevo
aunque sea de otro hombre que no sea yo,
porque sé que no voy a ser yo.

Voy a odiarte mucho de menos.


Voy a soñar que todo fue un sueño



Llevo días sin saber qué decir, es como si el silencio hubiera acabado ganando la guerra a las palabras. Eso sí, de la misma forma que se fueron apagando las voces, es decir, lenta y sigilosamente, regresaron los sueños. Al fin y al cabo la vida es deseo y el deseo es más fuerte que nada, más fuerte que tú y que yo.

No puedo negar que me hubiera gustado despedirme. Haberte abrazado con fuerza y haberte dado un beso que nos sirviera de argumento para echarnos de menos el uno al otro, pero no soy mucho de demostrar afectos, quizá lo haya heredado de toda la estirpe de hombres y mujeres de cuerpo de piedra y mirada de hierro del que voy a ser un último vestigio. 

Y le peor de todo, es que es mejor así. Me gustaría odiarte de menos, pero no puedo. Hace tiempo que comprendí que para olvidar es necesario tener antes un recuerdo y desde entonces intento recordar lo menos posible, aún a costa de alejar de mí todo lo bueno.

Mentiría si dijera que no te quise. Mucho más de lo que crees.

Pero no arriesgué porque tú también estás hecha de ese metal casi negro que sólo brilla en la oscuridad.

Quizá dentro de unos años seamos un número en una lista de los que pasaron fugaces por nuestra vida... supongo que se me pasará ese dolor en cuanto vuelvan las cosas a su sitio.

Tal vez eso sea lo más terrible. Que las cosas vuelvan a ser lo que eran, que nada cambie de verdad, que esto sea, en realidad, una tregua, una felicidad momentánea en medio de esta guerra que siempre acaba por ganar la tristeza.



sábado, 25 de octubre de 2014

Un responde a preguntas no formuladas porque tiene siempre a punto una respuesta que le haga tener la fantasía de que hay verdades absolutas a las que aferrarse y no caer.



Esta noche he soñado contigo tan en vivo que llegué a creer que podía desengancharte del álbum de cromos y quedarme contigo. Y en un momento del sueño vas y me dices que si aún no me he dado cuenta de que nunca me diste un no por respuesta.

Y esta mañana al despertarme he intentado recordar cuál fue la pregunta. Y ahora sé que no la hubo porque siempre supuse que era todo demasiado difícil como para meter la magia en una frase que pudiera cambiarlo las cosas sin cambiar nada.

Y me he ido dando cuenta que por lo general, en la vida real, esa que no cabe en estas letras, suelo preguntar poco, tarde y mal.

Porque he aprendido a dejarme abrazar por la nostalgia en lugar de abrazarme a ti.

Y con el tiempo he ido olvidando lo que es querer de verdad.



De cometas y asteroides

El otro día me topé con una frase que resume eso que tuvimos, pero con mucho más acierto y corazón de lo que yo nunca podré sacar de dentro de mi cuerpo.

"Lo nuestro fue tan fugaz que una estrella nos vio y pidió un deseo".

No me dio tiempo a cartografiar el mapa de tu cuerpo, ni a dejarte alguna frase que te recordara a mí cuando ya no estuviese. A decir verdad, a veces hasta dudo que hayamos existido tú y yo en el mismo tiempo y en la misma habitación, porque puede que tal vez eso que recuerdo sólo sea un deja vú que creó el deseo de haber compartido sábanas contigo

Pero si es cierto que pasó, y pudiera empezar de nuevo, volvería a cometer los mismos errores uno por uno, meticulosamente hasta encontrarte de nuevo... y a partir de ese instante lo haría todo igual también, hasta dejaría que te marcharas igual de rápido.

Creo que me he vuelto adicto a la luz que desprenden los cuerpos celestes cuando se deshacen contra lo invisible.



jueves, 23 de octubre de 2014

Islandia



Sé que me voy a pasar la vida huyendo sin moverme de esta mesa, recorriendo con las yemas de los dedos campos y campos de teclas, que el horizonte va a ser siempre esta pantalla que nunca reflejará tus ojos cuando me leas. Te voy a echar de menos cuando viva.

Ambos sabemos que nos hubiera cambiado la vida si hubiera descolgado el teléfono a tiempo. No sé si para bien o para mal: lo desconocido no tiene fronteras.

Quizá en otra vida.

Ésta mejor nos la saltamos.

lunes, 20 de octubre de 2014

Entre el cielo y el suelo


A veces uno se empeña en lograr aquello que le destruiría si lo consiguiera y deja de lado aquello que le reconstruiría si se dejara.

Quizá el problema es que nos vemos capacitados para emprender cualquier cosa y afrontar todo lo que nos llegue.

Y puede que pueda ser así durante un tiempo, pero no siempre, o al menos, no siempre solo.

Yo nunca diré eso de que al menos lo intenté... porque lo seguiré intentando hasta que dejen de sobrarme las fuerzas, e incluso cuando que queden las justas, o a pesar de no tenerlas.




lunes, 13 de octubre de 2014

El porqué del riesgo


Debes tener miedo. El miedo es lo único seguro que vas a tener, el único que no te va a abandonar cuando estés desesperado, el único que estará ahí siempre que las cosas se pongan feas, estará ahí para protegerte, para ponerte alerta, para que no vayas más allá. Sin miedo estarías muerto y ya sabes, debes tenerle miedo, sobre todo, a la muerte.

El miedo te condicionará, dejarás de hacer cosas necesarias para sentir que eres tú mismo y te acostumbrarás a ello. Enseñarás a los demás a tener miedo para protegerles, para que huyan y se escondan, para que acepten aquello que es tan grande que ni tú ni ellos podréis comprender, y como no podéis comprenderlo deberéis creer a aquellos que dicen hacerlo.

Con el tiempo aprenderás a resignarte, a pagar y callar, a votar y aceptar, a tener pequeñas frustraciones que tapen la gran frustración. Y las mentiras. Aprenderás a creerlas y aprenderás a mentirte, y sobre todo, evitarás emocionarte hasta olvidar que todo, sobre todo mentirte, lo haces por miedo, un miedo que nunca has sentido de verdad porque porque sólo se puede sentir miedo a morir si estás vivo.

Y ya no lo estás.

Porque si tienes miedo a vivir por miedo a morir es que ya estás muerto.

Pero ya que estás muerto ¿a qué tenerle miedo?

"Si no construyes tus sueños alguien te contratará para que construyas los suyos" y lo hará porque eres débil, y eres débil porque no eres quien estás destinado a ser. Ser débil no es no tener fuerzas, es abandonarse, es resignarse, es aceptar que lo que dicen los demás es lo correcto y tú estás equivocado acerca de ti mismo. Sólo tú vas a vivir tu vida, sólo tú decides lo que quieres ser y lo que no quieres ser.

Y claro, está el miedo. Y claro, estás tú tan débil. Y están ellos, que saben lo que es mejor para ti.

Pero entonces, un día, alguien te hace una pregunta y te obliga a mirarte en el espejo. Y te das cuenta de que el miedo es algo opcional.



Puede que hayas arriesgado demasiado y hayas pagado las consecuencias. O puede que lo que hayas hecho hasta ahora se quedara en un amago de riesgo de verdad, que lo que tomabas como audacia no sea más que un simulacro de lo que deberías haber apostado.

O quizá vivas en el miedo y desees, por encima de todas las cosas, encontrar un lugar en el que refugiarte de él y que sigas mintiéndote cuando te dices que ya no te mientes.

Y puede que le miedo no sea opcional, que el miedo sea tan humano como tú mismo, que esté ahí para proteger a la especie, a tu familia, a tus hijos...

... pero sabes que no estábamos hablando de ese miedo.

Lo sabes y sin embargo te aferraste a él.

Porque aprendiste que debes tener miedo, que cuando estés en peligro o confuso siempre podrás recurrir a cualquier forma de miedo.

Y ellos los saben.

En eso consiste ser esclavo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Un día

Un día te das cuenta de que hay personas, lugares y momentos que nunca van a volver, que los vas a ir añorando hasta que un día desaparezcan sin que te des cuenta, porque el olvido consiste precisamente en eso: en que no eches en falta algo. Y supongo que es lo mejor para poder ir hacia adelante. Dicen que algunos recuerdos se quedan impregnados en el cuerpo, que si bien el cerebro no lo tiene presente, otras partes de la anatomía crean pequeños nudos musculares, hábitos, tics, en los que se queda una parte de aquello que los provocó.

A mí me gustaría acordarme de más cosas aunque me crujieran las articulaciones por las mañanas de tanta contractura. Pero eso lo digo aquí sin pensarlo realmente, porque hace tiempo que la inercia me ha acostumbrado a tirar hacia adelante y me he ido acostumbrando a convivir con ciertos recuerdos en este blog, reescribirlos, soñarlos de nuevo hasta que el sol me rescate por las mañanas. Pero sólo aquí.

O casi.



Con el tiempo uno aprende que el pasado puede llegar a ser como la casa de un enfermo con el síndrome de Diógenes, lleno de cosas inútiles. Creo que en este blog he ido dejando, como en un trastero, muchas cosas que tenían una intensidad que, todas juntas me hacían vulnerable. A veces, amigos míos, los de verdad, los que llevan conmigo toda la vida o poco tiempo pero parece que lleven toda esa vida ahí, me dicen que no saben cómo he podido aguantar todo lo que me ha ido pasando estos últimos años.

No sé si existe una sola respuesta como tampoco creo que todo pueda contenerse en una sola pregunta. Tampoco creo que haya sido para tanto. Nada traumático, nada que desarrollando un mínimo de capacidades personales (que todos tenemos) y voluntad, no hayan podido hacer.

Hoy el diablo ha llamado (o llamará). Joder, está sonando el teléfono mientras escribo esto, lo juro (falsa alarma). No creo que el diablo sea tan fiero, su naturaleza es destruir, pero no creo que ya pueda cambiar, ni tan siquiera si recordara su pasado podría cambiar.

Uno debe saber protegerse de él en sus múltiples caras, eso es todo. Incluso cuando te engañan una primera vez, siempre has podido evitarlo si no fuera por esa vena optimista que te lleva a creer que todos se rigen por tus mismas reglas y que en cualquier caso respetarán las tuyas. Pero ni de lejos.



Me gusta All i want, es como si todo el blog se resumiera en esta canción y en estos dos vídeos.

No sé si te lo había dicho, gracias por estar ahí tanto tiempo en silencio.

martes, 23 de septiembre de 2014

Él nos dirá


El tiempo nos dirá si alargar todo esto mereció la pena.

Yo creo que no, pero le concederé unas pocas semanas más a la incertidumbre.

Quizá fui demasiado optimista.

A primera vista puedo parecer un pesimista, pero soy todo lo contrario. De no ser así, hace ya muchos días que hubiera volado.

A veces me doy cuenta de que ya sólo me queda la esperanza, una esperanza estúpida que no se sostiene con argumentos. Me pregunto si la perseverancia era de verdad el seguro a todo riesgo para alcanzar aquello que se desea.

Pero no es cierto.

El mundo está lleno de frases brillantes que sólo hacen eso: deslumbrar a quien se atreve a mirarlas, pero queman como el sol hasta dejarte ciego.

Regreso a los orígenes.

Quizá el tiempo emitió su veredicto antes de sí mismo.

Quizá la respuesta nunca estuvo demasiado lejos y yo me empeñé en mirar hacia adelante en lugar de mirar a mi alrededor.

Me pasé el tiempo dando demasiada cuerda al bicho para que corriera y me dejara en paz, pero el bicho nunca se cansa, nunca duerme. Siempre está ahí para recordarte lo mucho que va a pedirte.

Ulises y Penélope merodean en busca de algo que yo también necesito.

Lo insoportable de la soledad es que con el tiempo le impregna a uno hasta calarle los huesos y ya nunca más se va.

Pero aún así voy a concederle el beneficio de la duda a todo esto que, si lo pensara con sensatez, ya debería haber acabado hace tiempo.

Porque en el fondo soy ese que lo último que pierde es la esperanza, porque si lo piensas fríamente vivir es una locura, no tiene sentido, sólo se sostiene por la idea de que algo, lo que sea, va a ir a mejor, o por lo menos, va a acabar pareciéndose a aquello que deseas.




lunes, 22 de septiembre de 2014

Todo tiene su lugar en el mundo, incluso aquello no puede materializarse.


Dicen que es la sexta ciudad del mundo a la que la gente prefiere viajar. A mí me seduce casi cada semana un par de veces, mis personajes viven en ella y temen morir lejos de ella; y yo he vagado por sus calles porque mi alma encuentra cobijo entre sus piedras, he soñado vivir en ella, yo, que no soporto las multitudes...

Me hechiza

Me subyuga.

Me convierte en mejor persona y en el peor animal enjaulado. Me volvería asfalto para ser su piel.

Into the Night from Jordi de Temple on Vimeo.

Time lapse de Jordi de Temple.

A ciertas damas hay que dedicarles poemas para seducirlas, aunque a veces las palabras no bastan quizá porque las palabras se deshacen en cuanto salen por la boca y se convierten en mero vapor de agua si no hay un pedazo de alma de quien las pronuncia.

A esta ciudad no se la contenta con poco.

Yo lo apostaría todo.

Sé que lo sabes.


jueves, 18 de septiembre de 2014

Fue una mala idea


Fue una mala idea dejar de ser amantes para cambiar a esto, sea lo que sea, a lo que nos dedicamos ahora. Una mala idea, ni siquiera una mediocre o con posibilidades de que con el tiempo, al madurar, se convierta en casi buena.

Fue una mala idea cambiar las cicatrices que me hacías en las manos con tu cuerpo, por los dos besos de rigor cuando de vez en cuando quedamos siempre lejos de tu casa, sin guerra con la que firmar la paz contigo en la cama, o en el portal bajo las escaleras de tu casa.

Fue una mala idea seguir viéndonos sin vernos.

Una mala idea siempre acaba mal.

Al menos para mí.

Tenerte sin tenerte.

Ser sin ti.

Ya sé que te dije que no me dijeras si estás con alguien pero a veces no soporto toda esa incertidumbre de saber si piensas en otro cuando estás conmigo y decides después de compararnos que cambiaste a mejor.

Y te lo callas. Para no hacer daño al único hombre que quema su vida por no abandonarte.

No sé que consigo con ello.

Los dos sabemos que un día te cansarás y empezarás a darme largas.

Y yo a insistir hasta que me hunda del todo al darme cuenta que ves mi nombre en el teléfono y no descuelgas ni piensas responder.

Hasta que un día te acuerdes de mí al cabo de los meses y caigas en la cuenta que hace siglos que no llamo. Y te preguntes, depende de si tu día es bueno o malo, qué será de mí.

Pero no llamarás porque tú si sabes dejar atrás el pasado. No como yo, que sólo sé escribir adioses.

Pero por si un día te preguntas un sólo porqué y buscas de verdad un respuesta; Sí, yo ya sabía que era una mala idea y aún así decidí seguirte queriendo.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La última vez que la luna orbitó tu cielo supe que se abría una grieta en el universo que ya nadie podría cerrar, ni siquiera con la eternidad por delante.


Fingí que no lo sabía, que nadie me pregunte el porqué. Algo dentro de mí se negaba a admitir que yo hubiera podido hacer algo para evitarlo, pero en el fondo ya sabía que ocurriría incluso antes de conocerla.

Luego llegaron el día y la hora exactas, y yo pasé por el lugar que había predeterminado el destino. Así de fácil y así de estúpido. Pude haber burlado al azar porque me había adelantado a él, pero no lo hice. Pasé por delante del escaparate de la librería y los vi a través del cristal.

Ella me vio pasar y al instante supo que yo podía haber no pasado y, sin embargo, lo había hecho. Supongo que todo lo que sucedió después no importa demasiado, no tiene trascendencia. A veces uno sólo tiene que vivir el guión siguiendo las instrucciones, dejarse llevar y caer lentamente hacia el desenlace.

Quizá en el último momento tuve el impulso de rebelarme contra lo inevitable, quizá cruzó como un rayo que ilumina la noche una milésima de segundo, la idea de que podía cambiar el curso de todo lo que iba sucediendo, que bastaba un gesto mío para detener todos los adioses que crecían, como malas hierbas, en lo que antes era un desde ahora y para siempre.

Pero no lo hice.

Podría exponer una docena de excusas bien argumentadas y probablemente te las creerías.

Pero lo cierto es que no hice nada porque estaba cansado y porque me importaba todo una mierda. Y tal vez esa sea la única verdad; porque por mucho que le doy vueltas esa es la única respuesta que me vale para contestarme todas las preguntas que me hago sobre lo que ocurrió.

Me sorprende que sobreviviera a ello. Y me sorprende más aún que hoy siga creyendo que el día que desaté la luna que estaba anudada con un cordel a la barandilla de su balcón fue uno de los más tristes que haya sentido.

Quizá porque después ya no volví a sentir como antes.

Como si me hubieran amputado un miembro invisible con el que podía sentir el contacto real de otro ser humano.

Como si alguien me hubiera anestesiado para siempre para que ya no me doliera la soledad.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Quizá el precio de soñar despierto era despertar del sueño.


Llegará un día en el que mirarás hacia atrás y no verás nada. Habrás vivido muchos años, habrás creído que hiciste algo bueno, pero en realidad sólo habrás destruido decenas de sueños. Entre ellos el mío y ¿sabes? me gustaría creer que no podrás vivir con ello. Pero sé que podrás, que en realidad te importará una mierda.

Y a mí me joderá que sea así.

Esa será la lección para mí: que el mundo es injusto y que debería haber valorado eso el día en el que te conocí e intuí que no eras como yo, que, en realidad, a ti lo de la justicia no te iba demasiado.

Y yo detesto a la gente como tú.

Porque el mundo es como es porque tú estás en el consejo de dirección de los bancos, de las grandes empresas, en los despachos de los ministerios y de los gobiernos. Tú y tu falta de ética y de palabra sólo contemplan los sueños si puedes apoderarte de ellos.

Y yo no he podido hacer nada. O casi nada.

Quizá alguien tuviera razón cuando me dijo que, en realidad, yo soy un misántropo obligado a vivir en una pesadilla en la que no puedo dejar de interactuar con cada vez más gente.

A veces me falta el aire.

No sé si tendré fuerzas para seguir este camino.

Pero entonces recuerdo que llegará un punto en el que miraré hacia atrás y veré mi vida sin pasión, quizá porque ya esté muerto, y me daré cuenta que nada importa demasiado, que tú y yo somos insignificantes y que, si lo paro a pensar, lo único que merecía la pena era haber vivido con pasión todos los días, que vivir es eso, da igual qué hagas.

Y no sé si me gustará mucho haber llevado la vida que he llevado.

O al menos vivirla como la he vivido.

Quizá no.

No sé, quizá esté escribiendo esto porque aún tengo tiempo de enmendarlo.

martes, 2 de septiembre de 2014

El Universo es una florescente roto en millones de pedazos que se resiste a apagarse del todo.



Pocas cosas que contar. El jueves tendré las cosas claras respecto a una de las patentes y estos días me quedo sin aliento ante la posibilidad de que esta certeza muera, de que tenga que empezar de nuevo y que ese empezar de nuevo sea otro más de una larga cadena de otros intentos que nunca se materializan. Por otro lado, he generado otras dos patentes más, y también fui previsor a la hora de no comprometer a nadie más allá de lo necesario. Intuía que las cosas acabarían así y, si de algo empiezo a estar convencido, es de que la intuición es más fuerte que la lógica convencional, mucho más que la necesidad de que las cosas sean como uno desea que sean.

Supongo que dentro de unos años, miraré hacia atrás y recordaré estos días como la etapa en la que cambié del todo, la etapa en la que arriesgué para ser lo que seré entonces. Y sé que me veré como alguien que quiso tener razón y que quiso mantener una independencia cuando todo indicaba que debía ser distinto. Y que me equivoqué y que acerté equivocándome. Y que fui terco. Y egoísta. E intransigente.

Y que la dignidad es lo único que te va a quedar cuando no te quede nada y que es lo único que podrás cambiar por comida cuando eso ocurra.

Yo he tenido suerte. Estoy teniendo suerte.

El universo, aun cuando se esté apagando lentamente, sigue teniendo espacio para todos. La vida es una gran oportunidad que merece aprovechar.

El otro día un amigo me decía que a veces se preguntaba si era buena idea traer hijos a este mundo. Y yo no dije nada, pero pensé que cada persona que nace tiene la oportunidad de mejorar el mundo. Y que cuantos más tengan ese objetivo, mejor será todo.

A veces pensamos que nosotros somos los responsables de dejarles un mundo mejor, y es cierto. Pero también lo somos de ayudar a que ellos sean capaces de mejorarlo.

Y sólo hay una forma. Educándolos por y para el amor. Y eso no se aprende en los libros de texto. Se aprende por contacto.

Supongo que es tan difícil...

miércoles, 27 de agosto de 2014

Paul Auster y el palacio de la luna.


Me lo juego todo a una carta. A veces pienso que la vida es enormemente aburrida y es por eso que me planteo estos abismos: para darle emoción. Sí, ya sé. Podría viajar, conocer mundo, subir montañas, hacer un ironman cada día durante cincuenta días consecutivos... pero prefiero estos momentos en los que me juego meses de trabajo en una sola entrevista, en una sola cita. Y pierdo.

Pierdo para volver a levantarme, para poder llegar de nuevo a otro momento en el que deberé jugármelo todo a una nueva carta. Y volver a perder.

Pero ahora que la rutina es caer, lo emocionante, lo transgresor es ganar. Y me doy cuenta de que tengo miedo a ganar.

Llevo días preguntándomelo. A qué tengo miedo. Y no sabría el decir a qué. Ni el porqué.

A veces pienso que si me salieran las cosas bien me tendría que dedicar a algo que no me gusta, que nunca quise ser ingeniero y que ganar significaría ser esclavo de las decisiones del pasado. Pero entonces surge la gran pregunta; una pregunta que no puedo responder porque quizá pondría patas arriba todo lo que he creído, todo por lo que he luchado... y además. ¿quién abandona a pocos metros de la meta sin motivo?

Por otra parte, la vida que llevo no tiene solución, hace tiempo que lucho contra la idea de que la vida no tiene sentido. Es una idea que, en cuanto te posee, todo pasa a costar mucho más.

Y luego está el tiempo. El tiempo pasa y no vuelve.

Nunca regresas al punto donde podrían cambiar las cosas.

Si pudiera volver atrás, ¿qué cambiaría?

miércoles, 20 de agosto de 2014

Un lugar y un tiempo en el mundo en el que quedarse anclado y esperar a que pase la tormenta.


Me dice que intuye que las cosas van a ir a mejor, que una voz dentro de ella que nunca se equivoca se lo ha dicho en sueños. Y me sonríe con un sonrisa tan frágil como una hoja seca en un cálido día de finales de verano, cuando sabes que todo lo que queda por venir no es más que una prórroga de algo que ya ha pasado.

Asiento con la cabeza sin apartar la vista de la carretera y cuando la miro, unos segundos después, la sorprendo mirándome fijamente las manos. Me gustan tus manos, me dice. Son manos fuertes, a las mujeres nos gustan las manos así, manos en las que puedes confiar, que en cualquier momento pueden agarrarte y sacarte de allí donde estés.

Me pregunto cuántas mujeres habrán escuchado antes esas frases dichas por ellas mismas que las palabras que salían del poseedor de unas manos así. La vista le hace sordo a uno. Cuántas veces me habré visto poseído por una cara bonita cuando todo lo que me decía indicaba que el resto de la persona no era de fiar, y aun así seguí engañándome hasta que no hubo remedio.

La gente es así: quiere creer. Necesita creer. No importa en qué, cualquier excusa basta y sobra.

Seguimos por la carretera hasta llegar a una señal que indica el desvío hacia un hostal un kilómetro dentro de un bosque de encinas. No sé por qué, pero en ese momento recuerdo otro bosque de encinas y otra compañía, un niño en el asiento de atrás y un fin de semana de hace muchos años. Me gustaría poder vivir en un presente sin lagunas de recuerdos que desborden cuando menos me lo espero. Siento cierta nostálgica alegría por poder recordar aquellos días y al mismo tiempo una profunda tristeza por todo aquello que uno pierde por el camino. Si he de ser sincero, pienso que nunca volví a tener algo por lo que mereciera la pena seguir luchando, no desde la época que evoca este bosque de encinas. Supongo que la decadencia es eso, tener un punto de felicidad y bienestar de no retorno, un tiempo y un lugar al que sabes que no vas a poder volver nunca.

El camino se vuelve de tierra y las ruedas hacen crepitar las ramas secas y las pocas hojas que aplastan las ruedas. Los neumáticos absorben con dignidad las diminutas piedras que saltan a nuestro paso y el aire se llena de olor a polvo y a frondosidad; la temperatura baja un par de grados, el sol apenas pasa a través de la tela de araña de hojas y ramas.

S. apaga la radio y baja la ventanilla. Dice que necesita sentir la fuerza del bosque, que de alguna forma que no entiende la recarga de energía; y yo le sonrío porque no sé qué hacer cuando alguien me dice cosas que sólo uno mismo puede comprender. Supongo que es mi manera de decir que lo entiendo.

En cinco minutos llegamos a un claro del bosque y al hostal donde deberíamos escondernos unos días.

martes, 12 de agosto de 2014

Porque si las luces se apagan y me quedo solo, es decir, conmigo mismo, pero sin ti, a veces debo cerrar los ojos aunque esté a oscuras porque una tenue luz que me iluminara por sorpresa me molestaría y dejaría de parecerme la soledad tan oscura y tan sin ti y ¿sabes? creo que no podría soportar eso, que haya vida, o luz, o esperanza de que exista en alguna parte, en algún tiempo.


Yo sé que usted sabe lo mucho que la quería. Sé que lo sabe porque no puede no saberlo, porque a mí se me notaba en el rostro cuando notaba su presencia, y yo sé que usted me quería porque se le notaba en los ojos, y ¿sabe? también creo que a los dos se nos notaba desde afuera la camaradería, y quizá eso sea precisamente lo que más eche de menos; eso de saber que ambos estábamos ahí, sin prejuicios, con los miedos justos y las certezas a flor de piel cuando usted venía y me abrazaba como una enredadera y yo me quedaba quieto porque intuía que necesitaba algo sólido a lo que agarrarse.

No sé si el amor es eso, intuir primero y hacer después lo que a uno le sale de dentro, como si ese lenguaje sólo pudiera hablarse con poca luz lo más cerca posible el uno del otro, reconociendo en el otro las huellas dactilares del cuerpo ajeno como propio y bajando la voz hasta hacerse susurro.

Pero no puedo evitar ser aquello para lo que nací, y un hombre nace para tener cuerpo de piedra y adorar a lunas de hierro. Todo lo demás es cambio. Y uno cambia sólo cuando aprende porque aprender es ir forjando a base de golpes aquello que no se puede cambiar sólo con la voluntad. 

Yo aprendí que dejar marchar a quien se ama no sirve para nada y que la tristeza es sólo el síntoma de un dolor mucho mayor, como lo es la fiebre de la enfermedad que nos ha de matar. Con el tiempo la fui olvidando, no porque yo quisiera, sino porque era inevitable que volviera a vivir otros presentes mucho más inmediatos que su recuerdo, sin embargo aún, de vez en cuando, la recuerdo tan físicamente que tardo en darme cuenta que es mejor no pensar.

Pero a veces me acuerdo de usted.

Y de la camaradería que regentaban nuestros cuerpos.

Y de la voz que se hacía susurro.

Y del destino que nunca fue.

domingo, 3 de agosto de 2014

Cuando sé que me lees me pregunto qué pensarás


Sé que me lees. Algunas veces te imagino leyendo frente a la pantalla de ordenador y veo reflejada la luz de la pantalla en tu cara. Te brillan las pupilas y no sé el porqué, pero imagino que en tu casa en ese momento hay un silencio amable, de esos de taza de té y zapatillas. Desde que los grifos no gotean al silencio se le ha acabado su banda sonora.

Y me pregunto qué será de ti, y me digo a mí mismo que parece mentira que, sin conocerte en persona, significaras tanto en mi vida. Esa época fue una de las mejores de recuerdo y, la verdad, no es que la eche de menos, pero sí me falta esa extraña región en la que nos encontrábamos a medio camino del hilo de araña que unía mi muñeca a la barandilla de tu balcón.

Si he de ser sincero, ya nunca volví a ser el mismo. Apenas escribo porque ya no me reconozco en mis palabras, y las leo y pienso que me he acabado convirtiendo en la peor versión del hombre que tú imaginabas que yo era. El tiempo se ha ido encargando de llevarme al lado menos humano del vivir, donde los sueños se convierten en condenas.

Me decepciona decepcionar a las personas que creen en mí.  Y de todas las personas a las que he decepcionado quizá seas la que más me dolió hacerlo. Porque no hubo consecuencias, porque nunca habrá más que sueños que nunca empezaron, o no hubo ninguna posibilidad de que empezaran porque la distancia es un océano plagado de monstruos que aterra con sólo nombrarlo. Y porque el mundo ya no es tan amplio como creíamos.

El caso es que esta tarde de domingo, un domingo sin melancolías y de obras menores, de cables y clavos, de papeles que tirar y revistas que ordenar, a mí me dolió recordar al hombre que fui, y que en parte fue gracias a ti.

Y si es verdad que el más allá existe, tú y yo coincidiremos de nuevo en aquel lugar común, esté donde esté. Y viviremos junto al mar. Si alguna vez tú y yo volvemos a encontrarnos el mar se reflejará en nuestros ojos como sé que ahora la luz de la pantalla se refleja, a cada lado del hilo de araña que nos une, en ellos.

martes, 29 de julio de 2014

Oh, mi estrella fugaz.


Hace un tiempo inventé un método para inventar. He de decir que, a mí me da buen resultado, tengo siete patentes a la espera de que se me financien. A este método lo llamé el paradigma de la bicicleta, no porque fuera un paradigma sino porque ahora la palabreja se ha puesto de moda y todos los modernos te escuchan si la oyen de tu boca.

En realidad es una tautología, pero si la llego a llamar la tautología de la bicicleta me hubiesen tomado por un idiota o por un raro. Ahora, si la llamo el paradigma de la bicicleta, al oír bicicleta también me toman por idiota pero como he dicho paradigma, ah!, se quedan a ver qué pasa.

No voy a desgranar en qué consiste el método. Te tendrás que comprar el libro (o bajártelo de internet pirateado) pero creo que una vez sea publicado la humanidad avanzará científicamente en un año lo mismo que en los treinta anteriores.

Puedes llamarme modesto.

O arrollidarte ante mí.

Como prefieras.

Es coña. No puedes elegir.

El caso es que después de escribir y registrar mi método voy y me encuentro con una conferencia (en youtube o vimeo) de Bill Gates en la que dice lo mismo que yo.

El muy cabrón me había robado la idea treinta años antes. ¿Qué significa eso? Pues claro! El muy hijo de puta, en el futuro inventará una máquina del tiempo para adjudicarse mi descubrimiento!

Así que, sin perder los nervios y adoptando esa templanza (¡me cago en su padre!) y espiritualidad (y en dios) que me caracterizan he decidido inventar una máquina del tiempo con el propósito de que Bill Gates no pueda inventar una máquina del tiempo. ¿A qué es una idea buenísima?

Ves como el método funciona...

Me voy a dormir que hoy me he pasado bebiendo gin tonics.

Fin del comunicado, único lector(a) que me queda.

PS: Lo de escribir arrollidarte en lugar de arrodillarte lo he hecho a propósito ¿por qué? Para ver si te dabas cuenta la primera vez.

PS2: Ahora sí. Fin del anexo al comunicado y por tanto fin del comunicado.

sábado, 26 de julio de 2014

A veces sueño con olas


A veces sueño con olas y tú ya no estás en ninguna de ellas.
Pero no me salen las palabras y supongo que eso es bueno, porque antes, cuando no podía pararlas, tú decías que no estaba haciendo lo correcto, que las palabras no me sacarían del lío en el que estaba metido. 
Y tenías razón. Desde que te te hago caso siempre tienes razón.

Y me pregunto si una cosa lleva a la otra.

Pero sigo soñando con olas y me sigue gustando. Creo que, de algún modo, lo que verdaderamente soy, eso que no es mi cuerpo ni las cosas que me rodean, sigue creyendo que el océano es aún posible.


jueves, 10 de julio de 2014

Quizá el tiempo


Habrá un universo, es decir: se nos caerán encima miríadas de millones de puntos de luz asomándose al filo de nuestros labios; y encerrados en una habitación hecha de paredes de verano, tú y yo nos esconderemos en la penumbra como si estuviéramos sentados en un planetario, a salvo del frío helor de la nada.

Porque no sé si hace falta que lo diga, pero yo lo que quiero es desbocarme en tu boca y que en lugar de fuegos artificiales ardan galaxias en el cielo, y que tiembles, y que me mires como me mirabas hace años, cuando aún no sentíamos el fuego y el hierro de estar el uno junto al otro.

Porque aunque ninguno de los dos lo recuerde, lo nuestro viene de lejos, de cuando el mundo era sólo un océano de tiempo al que nadie se había asomado aún y no se atrevía todavía a pensar que las cosas tuvieran que ser nombradas para que realmente existieran, y ni tan siquiera se adivinaba allá a lo lejos la llegada de un dios del futuro al que calmar con sacrificios de miles de presentes.

Y ¿sabes? a mí me da que todo esto ya lo vivimos antes, pero que la primera vez es esta de ahora, como si el tiempo se repitiera sin importarle demasiado si lo hace sobre páginas ya escritas, y que la primera vez de algo puede no haber ocurrido aunque estemos viviendo sus consecuencias, como si el tiempo no fuera lineal ni ordenado sino caótico y caprichoso.

Y es por eso que me suena que tú y yo vamos a tener un futuro que regresa desde un pasado que no existe aún. Y necesito creer que es así porque es la única forma que tengo de dar crédito a la certeza de que la fiera que me habita quiera perderse en la frondosa selva que adivino cuando te miro cuerpo a cuerpo el alma.

Y cuando aúllas a la luna con gritos de agua de lluvia.

O cuando busco refugio cuando la noche llega y tú no estás.

O cuando tú no estás y eso desencadena la noche.

viernes, 4 de julio de 2014

La indiferencia


Hoy hace un año que empecé de nuevo otra vez, la misma fiera afilando las uñas en la misma piedra, mostrando los colmillos al mismo punto indeterminado del mismo cielo. Digo yo que la perseverancia debería tener premio y que a mí, en eso, no me va a ganar nadie; creo que si me muriera seguiría haciendo lo mismo aunque fuese desde el infierno o desde las nubes, aún no tengo muy claro dónde me va a llevar todo esto. El caso es que vivo en un eterno retorno porque yo sigo volviendo, cometiendo menos errores, o más pero distintos. Pero sigo.

Me pregunto por qué en otras áreas de mi vida no hago lo mismo. Me voy y no vuelvo, o no acabo nunca de seguir queriendo regresar al mismo lugar. A veces la respuesta que me sale es que porque no lo deseo lo suficiente. O por que no necesito saber algo que ya sé y he comprobado una y mil veces que funciona de la misma forma y a mí, nunca me gustaron las cosas que se saben de antemano, ni se dicen demasiado directas, ni son demasiado frecuentes.

Hace días que tengo una sensación extraña, sé que me voy a encontrar con la princesa de la luna. Y eso es volver a algo a lo que no deseo volver, porque intuyo que es el azar el que interviene y es que estos días voy a coincidir en lugares en los que no soy habitual, pero sí lo es ella. Tampoco es tanto azar, ahora que lo pienso.

Supongo que temo ese momento porque no sé cómo reaccionará ni cómo reaccionaré yo a su reacción. Porque puede ser cordial, indiferente u hostil. O las tres cosas al mismo tiempo.

En fin, no adelantemos acontecimientos.

El post venía a cuento de que hace un año empecé un nuevo proyecto y no me ha ido mal del todo. Ya he desarrollado tres patentes y estoy en marcha con otras tres, al final me di cuenta que la creatividad es algo que uno tiene porque es capaz de incorporar sueños a la realidad, mezclarla en una masa que no siempre acaba dando un buen resultado final. Y era un poco lo que he ido haciendo en este blog durante mucho tiempo.

Echo de menos escribir todos los días, pero yo escribía básicamente porque estaba muy triste, por desamor y porque no encontraba un sólo momento de cordura dentro de una gran desesperanza. Porque uno hace las cosas básicamente por amor, por darlo o por recibirlo, por sentirlo o por sentir la paz que lo inunda todo cuando se vive en la vorágine que supone.

Y a mí, el desamor me desbordó durante unos cuantos años, porque no entendía algunas cosas que estaban cambiando en la forma de sentir el mundo. Pero me he ido adaptando, o por lo menos he aprendido a fingir que lo hago. Y no me va demasiado mal.

Supongo también que son cosas de la edad

jueves, 19 de junio de 2014

La alargada sombra de Kitty Wu


Nunca imaginé que te quedarías a vivir, ni que tu voz fuera lo más bonito que me pasara en todo el día, ni que un día me diera cuenta (siempre me doy cuenta, así, de repente) de que yo no merecía a alguien como tú y que lo echara todo a perder, queriendo.

Siempre lo mando todo a la mierda. Mi vida es huir para no tomar responsabilidades. Pero no se puede escapar siempre, no se puede dejar de pensar en todas las cosas buenas que uno deja a un lado para defenderse de algo que, de tan invisible, puede que no exista.

No sé cuándo ocurrió la primera vez. Creo que si un día llego a descubrir de dónde sale todo este miedo se disolverá y quedaré libre de ese encantamiento, porque el miedo, no te quepa duda, es un hechizo. 

De todo lo que he ido perdiendo por el camino, quizá perderte a ti fue lo que me hizo más daño. Y fue a partir de ese momento cuando me empecé a preguntar el porqué me castigo de esta forma. He de reconocer día tardó mucho en llegar. Demasiado. Pero afortunadamente llegó, preguntarse esas cosas no son la mejor idea para seguir adelante pero para hacerlo hay que encontrar respuestas con las que hacerse nuevas preguntas.

Lo que distingue a un hombre de un niño es asumir la responsabilidad que le corresponde por edad, pero paradójicamente, uno debe asumir la responsabilidad de ser adulto cuando aún es un niño. Después no sé si hay marcha atrás. Yo creo que sí, apuesto a que sí. Pero no lo sé seguro.

Tu sombra es alargada, quizá porque un adulto sólo es capaz de querer de verdad si quiere como un niño, y yo te quería así, por primera vez en mi vida lo hacía y me vi viviendo contigo, alucinado con tu voz hecha cotidiana.

Sospecho que no pude con la presión de hacerte menos infeliz de lo que yo había sido hasta ese momento. 

Luego me hundí. 

Y llegué a esta isla desierta, con los restos del naufragio




El día en que despertamos... diez años tarde.


Soy futbolero. Mucho. Me gusta el fútbol, el que juega mi sobrina los fines de semana y el que veo por televisión. Y por supuesto, me gusta ver el mundial.

Me gusta el juego colectivo, la combinación inteligente, las paradas imposibles, el esfuerzo y la entrega, me gusta que al final todo quede en un juego, que al final se den la mano aunque yo me liaría a puñetazos y a pisotones... a los que fingen. Por ejemplo, yo pondría una regla en la que si alguien finge una agresión y expulsan al agresor inocente, que éste, una vez demostrado por vídeo, pudiera agredir al cuentista en las formas que éste interpretó de forma taimada.

Yo soy de justicia vengativa, y no lo encuentro mal ni analizándolo fríamente.

No voy a agradecer a los jugadores de la selección española los seis años de triunfos ni voy a ponerlos a los pies de los caballos por la derrota de hoy. Mientras el país se va a la mierda ellos ganarán más dinero por estos días que lo que muchos ganarán en algunos años, mientras se dice por ahí que el país remonta el vuelo, ellos protagonizan anuncios, se van de vacaciones a lugares que ni tú ni yo imaginaríamos.

Y sí, tendrán estrés y estarán agotados, y se plantearán dejar el olimpo de los dioses porque hasta eso cansa. Y parecerán muñecos rotos en manos de la trituradora de personas que es esa máquina de dinero que es el fútbol.

Quizá ahora veamos a Fausto volviendo de Brasil en el avión, pero no lamentará haber vendido su alma, porque la vida es corta y lo que importa es el dinero. Y eso hará más soportable el entorno y los "finales de ciclo" y esas cosas cuyo rumor no llegará a sus lugares de descanso.

Lo mismo que los directivos de grandes corporaciones, que no salen en los periódicos si la empresa en la que desempeñan su trabajo, probablemente gracias a un título en una escuela de negocios, da igual si supieron desempeñar bien su trabajo, si la empresa baja su cotización en el ibex 35, a ellos les espera otro fin de ciclo, un nuevo puesto en otra participada con un desempeño más surrealista aún que el del anterior trabajo. Y nadie pensará "pobre Fausto" tampoco cuando vuelva de las Sheychelles este verano.

A mí me gusta como jugó Chile hoy, como jugó México ayer, cómo jugó Italia el otro día, e incluso me emocioné cuando marcó Bosnia ante Argentina, aunque jugaron no muy bien.

Y es que el fútbol entiende de fuerza, de determinación, de inteligencia, de ganas, y de humildad... y a los jugadores de España se les repitió hasta la saciedad de que lo suyo era talento y, probablemente fuera así, pero sólo si le pones ganas... ganar va a venir de ganas ¿verdad?

Yo creo que la selección empezó a perder cuando Puyol se fue porque dejó de ver a sus compañeros como deportistas y empezó a verlos como estrellitas desperdigados por unos cuantos equipos europeos, casados con mujeres de mundo en lugar de buenas chicas, con tanto lujo que entrenar era, de verdad un fastidio . Él vio que era el fin de una época, como también lo vio Guardiola cuando se fue del Barcelona. El fútbol es otra gran empresa más que cotiza en una Bolsa donde poco ya poco importa la materia prima, pero donde lo más importante es que esa materia prima sea de calidad, que combustione bien, que tenga un repuesto rápido.

Y eso es un poco lo que pasa con la humanidad, con el planeta, con el agua, con los recursos... si tratamos a lo esencial como cosas acabarán por no ser eso que creemos que son.

El fin de la selección española es el síntoma de que Europa, el que se llama a sí mismo primer mundo, una Europa clasista y pagada de sí misma, no se entera de nada y cree que gastando en  marketing y en merchandising "de calidad" todo se arregla. Pero no se arregla porque todo eso acaba con todo lo bueno que toca.

Afortunadamente el fútbol sigue siendo un deporte y siguen existiendo deportistas, futuros Faustos para engrasar la máquina de triturar y hacer dinero.

Y yo seguiré viendo partidos del mundial y me gustará ver el juego de algunos equipos, porque tienen aún ese espíritu de lucha, de no darse por vencidos, de llegar hasta el final con dignidad, talento y valentía. Y espero disfrutar con el juego como disfruto los sábados por la mañana, cuando cojo el coche y me llevo a mis sobrinos por toda la provincia para verlos jugar.

La roja se acabó porque nada es eterno, afortunadamente.  Surgirán otros equipos que serán referentes y que volverán engreídos a sus jugadores con el paso del tiempo. Y seguirán los directivos dándose comilonas de grandes empresarios, quemando el dinero de igual forma que queman chicos que quieren ganar títulos.

Y la rueda seguirá. Y todo será lo de siempre. Mientras tanto, que no se nos olvide que los que nos van a encontrar remedios contra enfermedades, los que nos van a ayudar cuando caigamos, los que tratarán de comprendernos a nosotros y ayudar a entenderse a nuestros niños, los que vigilarán por nuestra seguridad, los que crearán puestos de trabajo, los que crearán fundaciones y los que arriesgarán todo por salvar a otro; éstos, los héroes que nunca tendrán el reconocimiento que merecen, a éstos hace mucho tiempo que los enviaron para casa... o a otro lugar, porque se la quitaron.

martes, 17 de junio de 2014

Por si el tiempo


Por si el tiempo desnuda mi alma del cuerpo y mi vida deja de ser esa cosa que nunca supe cómo acabé compartiendo contigo, por si el tiempo se deja las puertas abiertas y salen volando las hojas de todo lo que te estuve escribiendo, a veces sin saberlo, sin haberte conocido aún, aunque intuyéndolo. Por si el tiempo me deja a medias de esos cien años que quería vivir si eran contigo, te dejo este post para que si por casualidad lo lees te acuerdes y me busques allí donde sea que vayamos cuando el tiempo cumple sus promesas, ya que ninguno de los dos cumplimos las nuestras.

Pero si el tiempo me deposita como arena de mar en una playa, perteneciendo a algo más grande que yo, si al final de todo no finaliza casi nada y somos luciérnagas de un sólo verano, pero eterno; si el mundo desaparece y sólo queda de él, el sonido, flotando por el universo, del barullo de las ciudades o el silencio de nuestras pisadas en los bosque en los que tú y yo quisimos ser siempre poco menos que salvajes, entonces espero que todo esto haya sido un punto y aparte, la prueba de que el eterno retorno conlleva este (otro) momentáneo alejamiento, que nuestras vidas seguirán órbitas elípticas alrededor de un sol al que no podemos mirar directamente porque nos dejaría ciegos.

jueves, 12 de junio de 2014

Día mundial contra el trabajo infantil:


Me pregunto cómo cambiar las cosas. Y qué puedo hacer por cambiarlas. Muchos días me acuerdo de Yesiah, mi ahijado en la fundación Vicente Ferrer. Estoy convencido que su vida no cambió demasiado tras conocerme y que sus expectativas eran muy altas. Me cogía fuerte la mano y me pedía con la mirada que me lo llevara de allí.

Si algo me traje tanto de la India como de Brasil es que la sociedad no merece la pena si no protege a los más vulnerables, que una sociedad sólo prospera cuando mejora la calidad de vida de los que más crudo lo tienen, que el planeta lo van a salvar ellos sin nada, mientras que nosotros, con todos los medios, apenas movemos un dedo.

El mundo cambia sin que nosotros lo cambiemos. La tasa de pobreza en el mundo va disminuyendo en porcentaje pero el número de pobres se ha estancado, porque cada vez somos más.

Sigo pensando que de la pobreza se sale en el momento que puedes cultivar tus propios alimentos, y sigo pensando que lo primordial es el agua. Por eso, a pesar de llevar casi cuatro años empecinado en llevar el proyecto del agua a todas partes sin conseguirlo, mantengo la esperanza y pierdo horas de sueño y gasto dinero que no tengo y me pongo en manos de futuros inversores que, no sé si entenderán lo que me mueve.

A ojos de casi todo el mundo soy un fracasado.

Pero tengo un sueño, una visión del mundo que quiero para las generaciones futuras. Y hace tiempo que no lucho por mí, sino para que cada día esté más cerca de lograrlo.

Pero no sé transmitirlo. De veras que no lo sé.

Y eso me desespera.



Hay que salvar a los niños, ellos no pueden defenderse. Cualquier abuso cometido contra un niño es mil veces más horrible que contra un adulto.

Todo esto siguen siendo palabras, las palabras no llevan a ninguna parte. Siempre pienso que cuando las cosas mejoren haré esto o aquello, pero ni mejoran ni hago nada. No sé si la vida tiene mucho sentido si permitimos injusticias, si los que no tenemos responsabilidades familiares seguimos viviendo con ellas, contando los minutos hasta que empiece el mundial de fútbol, olvidando lo escrito en unos minutos.


miércoles, 4 de junio de 2014

Donantes de médula unificados del mundo, siempre hay motivos

Buscaba una canción para completar un texto, uno de esos que ¿sabes? siempre escribo cuando echo de menos echarte de menos. Me había quedado bastante bien, al menos eso creía, y entonces encontré la canción adecuada, pero el vídeo oficial no me gustaba del todo y busqué otro que tuviera más alma.

Y encontré esto.

Y de repente dejé de darle importancia a escribir una y mil veces el mismo post, desde el mismo lugar del corazón del que no quiero salir, o no sé, o no quiero.


lunes, 2 de junio de 2014

Cuando el lugar en el mundo era un lugar demasiado oscuro, pero la oscuridad era de un negro tan vivo que parecía luz


Al principio creía que todo iba a ser más fácil de lo que después acabó siendo. No sabría decir muy bien el porqué, por que si lo hubiera pensado lo suficiente me habría dado cuenta de que hay personas que cuando se van no sólo dejan de estar presentes sino que su desaparición provoca un agujero negro al que se ve arrastrado todo lo que es uno; primero poco a poco y casi sin hacer ruido, agrandándose hasta engullir lo que se supone que es sólido e imperturbable; todo se va sin que haya la más mínima posibilidad de salvar lo que se tiene más a mano.

Si pudiera volver a tener un lugar en el universo en el lugar en el que hoy hay ese agujero negro, si en él estuviera ella (la ella de moriría por ella) estoy seguro de que volvería allí sin dudarlo un instante.

Pero el tiempo ha pasado y no pude volver a ser el que fui, no sólo porque ella se fuera o porque me fuera yo (quizá fui yo el que me fui esperando que ella me dijera que no me fuera), no pude volver a ser ese porque todo se fue por ese agujero negro, desaparecieron cosas que ya nunca volverán a ser.

Supongo que uno puede volver a ese estado anterior cuando es capaz de desear lo mejor a quien ya no te importa. Pero no es mi caso y no creo que lo sea nunca de nuevo. Tal vez lo que me pase es que no sé perdonar, pero es que si fui yo el que se fue esperando a que ella dijera que me quedara, entonces al que no puedo perdonar es a mí mismo.

Y podría escribir mil blogs para expiar ese crimen contra mí mismo y podría empeñar mi vida en llevar agua a quien más la necesita. Y podría conocer a mil mujeres mil veces mejor que ella y podría dejarme caer en un dulce y despreocupado carpe diem tan sensual como esta primavera casi sin abejas que se agota sin haber dejado suficiente lluvia en los zapatos, pero a estas alturas empiezo a sospechar que todo va a ser un esfuerzo vano sin fecha de cancelación.

Y si he de ser sincero, no tengo miedo a que el agujero se me lleve todo, sino que me quede yo solo habiendo desperdiciado la oportunidad de aprender a vivir sin ella, de haber aprendido a vivir conmigo mismo.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Que viene los frikis



El universo ha iniciado un giro sobre sí mismo, sobre un eje que antes no existía. El universo es caos y seguirá siendo caos, pero eso ya lo sabíamos. Sólo intentamos dotarle de un orden para poder comprender que lo inevitable era, al menos, previsible. Sólo eso; poco más que eso.

Aceptarlo es, para algunos, como morir. Debe haber un orden de las cosas, debe haber una pauta, una norma, lo inesperado es malo, ahora que parecía que todo iba mal pero por lo menos estaba dentro de un orden, las cosas van y cambian... como si el universo no fuera cambio constante.

Asisto perplejo al revuelo que ha surgido de los resultados de las elecciones al parlamento europeo. "Algo se mueve para mal", dicen algunos, "lo mejor es lo de antes", porque el miedo no es al otro, el miedo es a que a uno le quiten sus privilegios de clase, porque las clases son como ser de un equipo de fútbol: se es consciente de que eres o perteneces a un grupo y ya no se cambia jamás, le serás fiel toda tu vida por mucho que te defraude.

Pero en este país, como en muchos otros, eso llegó demasiado lejos. Y una clase trató de aniquilar a otra mediante la violencia primero y la represión después. Y aunque hayan pasado muchos años y algunos hayan tratado de olvidar y otros de que se olvide, eso quedará ahí, en nuestro inconsciente colectivo, en la historia familiar, en los silencios y en los murmullos. Morirán todos los que participaron en la guerra civil pero seguirán quedando las mismas clases, la misma lucha y el mismo desprecio de unos hacia otros.

Y clases hay muchas. Y subclases. El mundo se divide en tantas que necesitamos simplificarlas hasta concentrarlas. Pero el universo era caos: miríadas de variables en constante movimiento que tratamos de canalizar para prever su evolución y tratar de cambiar su curso, detenerlo si es posible.

No es posible cambiar sin cambiar de paradigma. Creer que las cosas mejorarán sin cambiar nada o que podremos resistir en nuestro estado indefinidamente sin que nada cambie forma parte de la misma locura colectiva.

A mí, personalmente, me ha gustado que los indignados empiecen a combatir con las mismas armas y utilizando los mismos medios que el resto de partidos. Me parece que apostar por cambiar el sistema desde dentro del sistema utilizando la televisión, la publicidad en las redes sociales, crear estrategias de captación de votos, es un ejercicio de coherencia: si vas a entrar en el juego, utiliza los mecanismos que el sistema admite como aceptables, sin utilizar la violencia, votando.

No conozco su ideario ni su programa, no sé si son respetuosos o unos incívicos, no los he seguido, ni tan siquiera sabía que se presentaban a las elecciones. Pero incluso el caos está sujeto a las leyes de la termodinámica, y si hay una reacción es porque ha habido una fuerza ejercida de igual magnitud. Por tanto era de esperar.

Me gusta saber que los más jóvenes entran en política, que se independizan de la herencia de la guerra civil y defienden una nueva forma de justicia social, si es que es puede haber distintas. Ya iba siendo hora de que algo canalizara esa energía, que los jóvenes empezaran a plantear qué clase de futuro quieren y se pusieran manos a la obra para tratar de cambiar el régimen sin tener que recurrir a la violencia.

Creo que era Woody Allen que decía algo así como "Cómo voy a hacer algo para mejorar mi futuro ¿es que acaso mi futuro ha hecho alguna cosa por mí?"

Prefiero pensar que se ha abierto una nueva vía para mejorar mi futuro, porque mi presente es bastante desolador. El movimiento era lo lógico, el caos inevitable, las leyes de la termodinámica siguen funcionando, afortunadamente... pero que a nadie se le escape que el auge de los partidos en el otro extremo forma parte del mismo sistema. Y éstos no descartan la violencia.