jueves, 7 de noviembre de 2013

La impaciencia


Chisporroteó un último instante, la estrella fugaz volvió de nuevo a la oscuridad del infinito y buscó otros planetas donde su luz fuera cegadora. A mí me quedó un pequeño hueco, aséptico y silencioso, inapreciable a simple vista, que se llena de agua cuando llueve y en el que juegan los niños que saben pisar charcos.

Podría decir que las cosas no van demasiado bien últimamente, pero teniendo en cuenta cómo han ido estos últimos años no voy a quejarme. Si pudiera pactar que estos años de crisis hubieran sido como éste último, probablemente firmaría en una hipotética línea de puntos. Pero eso ahora es intrascendente, o al menos, me quita mucho menos el sueño, quizá le añadiría o quitaría alguna cosa, pero no mucho, quizá este sentimiento amargo de que no acabo quitarme porque mis proyectos no se acaban de materializar.

Quizá es que lucho solo en un mundo donde no eres nadie si no tienes padrinos, pero creo que eso me está haciendo cada vez más fuerte, curiosamente, cuanto más fuerte me hago respecto a lo que pienso, más problemas tiene mi cuerpo, esta semana ha vuelto a sangrar la úlcera, supongo que eso sólo es una somatización de lo acabo tragando. Y sí, quizá debiera decir más cosas, pero al final me las callo, quizá haya batallas que no merecen ser ganadas, al menos no merecen ser ni tan siquiera disputadas. A veces es mejor quedar como un tonto que se cree todo lo que le dicen, a iniciar algo en el que uno no va a ganar nada, sólo dejar patente la verdad, una verdad que puede llegar a ser dolorosa sólo para el que la revela.

La nueva patente ya casi está lista, creo que esta vez me he superado, no creo que esta vez actúe de manera  tan inocente como con la primera, pero en todo caso ya tengo en mente una tercera patente, más compleja aún, pero infinitamente más eficaz. Sé que el tiempo juega en mi contra, pero eso es casi lo que menos me importa, llevo más de tres años con esto entre ceja y ceja y sigo con ello a pesar de los contratiempos. El bicho grita de alegría y de rabia, y me llena de vida todo el cuerpo, y aunque sé que ha nacido para destruirme, sé que luchar contra él es luchar por mí, y eso me lleva cada día un poco más allá de mis límites. El bicho, es por así decirlo, el hierro candente que me abrasa y me mantiene despierto.

En el post anterior, sentía que alguien iba a ponerse en contacto conmigo, lo sentía físicamente, quizá sólo era el anuncio de mi recaída, el caso es que intuyo que el día se acerca y creo que para ese día, estaré más centrado de lo que estoy ahora.

En cuanto a la estrella polar... quizá indicaba un norte frío o un punto entre las estrellas, se fue y eso es casi todo lo que puedo decir.


Algún día alguien le quitará esa percusión machacona y hará de esta canción una balada preciosa, pero hasta que ese día llegue...

4 comentarios:

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Mi "bicho" feliz y peleón también lucha solo en un mundo con padrinos (qué sería de mí sin su insistencia y su ilusión). Sé que no soy quien esperaba que contactara con usted sin esperarlo, pero he vuelto. Y mi estrella brillará para usted si lo desea, aunque no sea la estrella polar. Abrazos

Beatriz Alonso dijo...

Si nos dejamos caer, el bicho se alza con la victoria, así que no quedan más narices que tirar hacia delante, con mil y una patentes en las alforjas, siempre arriba amigo, y recuerda que a veces la estrella Polar se diluye entre los brillos del hielo, escondida, pero seguro que sigue ahí...
Un abrazo!

Espera a la primavera, B... dijo...

Madame Vaudeville, aunque no se lo crea se me dibujó la sonrisa boba del reencuentro cuando la vi emerger de las profundidades del olvido.
Mi bicho saluda al suyo y sale a la terraza para empaparse de la luz de su estrella... y grita, y baila y se queda dormido, probablemente pensando en usted.

Espera a la primavera, B... dijo...

El bicho nunca se rinde Beth, es lo único que no se rinde jamás, yo creo que nos morimos y él tarda unos minutos más en hacerlo. El bicho es lo irrenunciable, el que muerde y el que se aferra a todo lo que desea.

En cuanto a las estrellas fugaces... se van tan lejos...

Gracias por pasarte.

Un abrazo