viernes, 8 de noviembre de 2013

El lugar donde se convocan los huracanes


Ya sé que el tiempo no borra las heridas, lo sé porque cuando llueve me duelen varios huesos del alma, no porque hayan soldado mal después de alguna caída, sino porque el cuerpo se hace su mapa donde las cicatrices son cauces de risas y montañas de recuerdos al que acude cada vez que quiere recordarte. Supongo que mi alma es ciega porque necesita recorrer con la yema de los dedos ese mapa inconfesable, secreto, a veces olvidado y otras puntiagudo, doloroso como un nido de alacranes, para tenerte presente. No creo que sea el cambio de tiempo lo que le provoque esos repentinos deseos de tocarte así, tan de lejos, tan tarde, pero hace ya muchos años que dejé de hacerle preguntas porque también se empeña en hacerme creer que es muda, supongo que no se acuerda que ella y yo hablábamos sentados, con los pies colgando, sobre una roca lunar y comíamos pipas, y veíamos el fútbol, y jugábamos a adivinar vidas, y nos prometíamos cuidar el uno del otro.

Yo sé que el tiempo no va a juntar todo eso y lo va a pasar, hoja por hoja, por la trituradora de documentos, que tu recuerdo es algo a lo que voy a tener que sobrevivir y que me costará más o menos lo mismo que todo aquello que, de una forma u otra, me ha ido haciendo lo que soy, capa a capa, como a un terreno sedimentario, con todos los adioses y todos los hasta nuncas, con todos los no me dejes y con las inmensas oquedades de los siento que me estoy cansando de ti. Sonrío mientras lo pienso, porque siempre tuve la suerte de que la última capa, la de la superficie, acabara siendo fértil. No de inmediato, pero el clima es benigno, los pájaros anidan en mi cabeza, trabajo la tierra y siembro aunque no siempre acabe recolectando los frutos. Quizá la vida no sea otra cosa que apostar a que va a salir bien. Lo que sea.

Ha pasado el tiempo, reconozco que nada ha conseguido erosionarte de ese mapa braille donde tu recuerdo es el lugar donde se convocan los huracanes para decidir hacia dónde van cada uno y la fecha de su nuevo encuentro; si te he de ser sincero, a veces bajo a la lluvia que provocan y me empapo de rayos y vientos para poder seguir sintiéndome vivo.

Pero ya es hora de volver al trabajo, escribo por las noches para acabar de escribir por las mañanas. Hoy se me hace tarde, el destino me espera a la vuelta de la esquina, de cualquier esquina, y llevo demasiado tiempo persiguiéndolo como para abandonar ahora. Ya he asumido que allá donde vaya seguiré acarreando conmigo a ese otro yo mudo y ciego, y que continuaré con la esperanza de que un día grite y corra de nuevo porque se ha despertado de ese sueño en el que podía posar, sobre algo parecido a ti, sus manos de prestidigitador aficionado. Y lo sé porque esta vez sí, esta vez he apostado a que va a salir bien esto a lo que no puedo, después de tantos años, ponerle nombre.

1 comentario:

Sonsoles dijo...

Eres caro de ver :)
un saludo