lunes, 18 de noviembre de 2013

Alegría


Quizá si que recuerdo el tacto de tu piel cuando mis manos ingresaba, casi siempre con la urgencia que tienen las manos de los tímidos, debajo de tu blusa. Quizá lo recuerdo porque sigo siendo capaz de evocarte desnuda y sigo perdiendo la respiración casi al instante. Si alguna vez el olvido me vence con su enfermedad de almizcle, si a mi cerebro se le escapas como un pez recién salido del agua, sé que mis manos seguirán hablándole de ti al resto de mi cuerpo, para que siga el corazón latiendo, mis oídos escuchando el rumor de la ciudad a través de la ventana, mis ojos buscando la luz entre las hojas de los árboles, como cuando estábamos juntos.

Quizá sí te recuerdo. Busco cualquier rastro de ti en cuanto dejo de concentrarme en lo que esté haciendo, mi alma sigue sedienta de saber de ti, como un emigrante que sesenta años después, cuando ya nada lo ata al lugar donde nació, sigue rebuscando en los periódicos el nombre de la tierra donde sus raíces aún se aferran al suelo y siguen alimentándose con otra lluvia que nunca conocerá, ni la de que le protegerá ninguno de sus paraguas.

Sí. Supongo que debe ser eso. Que soy uno de esos asuntos pendientes que quedaron de lo nuestro, que yo no formaba parte de lo importante, que me quedé ahí, sin acabar del todo, como esas cosas que se dejan para más adelante y que no se acaban de concretar ya nunca. A veces pienso que lo nuestro siguió, pero sin mí, como si me hubiese quedado por el camino y ya nunca hubiera podido volver a alcanzarte.

Supongo que eso que digo no es del todo cierto, supongo que uno deja marchar y el otro se va, y viceversa, y otra vez lo mismo, y otra vez viceversa. En cualquier caso se me quedó en las palmas de las manos impregnado algo que te pertenece y aun tanto tiempo después siento la necesidad de devolvértelo, aunque sepa que sólo es una excusa más para volver a verte y que me digas que me lo puedo quedar para siempre.

Antes de empezar, a este post le puse de título de alegría, quería escribir algo realmente bonito, algo que cuando uno acabara de leerlo sintiera algo así como que las cosas merecen la pena, que uno es capaz de soltar lastre, terminar lo que se dejó a medias, que lo que viene es mucho mejor precisamente por eso, porque ya nada tira de uno hacia atrás.

Pero se me olvidó que mis manos y tu piel tienen su propio recuerdo, que se quedó ahí escondido por si a mi cabeza se le olvidas, como si en el fondo supiera que la alegría es en realidad algo que debe guardarse en un lugar donde se la encuentre cuando se haya perdido todo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dicen que el tren pasa y para una vez. A veces, hasta para más de una. Hay que subirse y no bajarse ni pensar. Por tus palabras, el tren anda muy lejos. Y por no subir, ahora vives de recuerdos.
A.