domingo, 31 de mayo de 2009

vídeo: Moby - whispering wind

Tarde de fiebre y cama. Me pongo esta casi nana y mientras me voy a la cama. Y vuelo, sobre todo vuelo.

Vídeo: Massive Attack - Live with me

sábado, 30 de mayo de 2009

Una casa baja a pocos metros del mar


A veces me pregunto qué hubiese ocurrido si no hubiese cogido el teléfono, si hubiese dejado que, como algunas veces hago, sonase hasta agotar el tiempo y llamar más tarde o si, simplemente, no hubiese escuchado la llamada. Eran casi las once de la noche. Hubiese podido hacerlo y tal vez hoy seguiría siendo el mismo que soy ahora y su vago recuerdo sería una pesada piedra que, de vez en cuando, se me caería encima sin aplastarme del todo al leer una de esas noticas con las que, muy de tarde en tarde, los periódicos nos aleccionan acerca de lo inútil de la muerte. Probablemente no hay nada tan revelador como ver la estupidez del suicidio de un extraño desde la distancia. Pero cogí el teléfono; en realidad me alegró que en la pantalla del teléfono móvil apareciese su nombre y que aquella palabra que la definía por encima del resto, me indicara que ella, en ese preciso momento, estaba pensando en mí con tal fuerza que se veía en la necesidad de llamarme. Descolgué y todo fue rápido. Colgué, llamé a una ambulancia, bajé al garaje, cogí el coche, salí en dirección a su casa y pasé toda la noche con ella en urgencias.
En seguida supe que no tenía nada que ver conmigo y que, en realidad, la decisión de abandonar el mundo era una decisión a medias, que nunca quiso algo distinto a llamar la atención. Que eligiera un método con antídoto, que me llamara a mí para que pudiera desencadenar el rescate, fue una mezcla de lucidez de última hora y de grito de socorro del que se está ahogando y, enfrentarme a aquella certeza, me produjo un desencanto que atenuaba la alegría de que hubiese podido salvar su vida. Al fin y al cabo, el mensaje que quería hacernos llegar era el que no podía soportar aquello que la rodeaba y entre todo y todos yo era un motivo más, una razón que pesaba poco o mucho en la balanza que se decantó finalmente por la muerte. Así que, en lugar de sentirme aliviado, empecé a sentirme culpable y comprendí que no había podido aportarle un motivo por el cual seguir viviendo sino uno más para dejar de hacerlo. Aquello me llenó de zozobra y, poco a poco, fue configurando una imagen más oscura y mezquina de la que tenía hasta entonces del hombre que yo era. Me sentí más egoísta, y aunque fuera ella la que me dejara unos días antes, sabía que entre todo lo que nos dijimos y lo que había sucedido aquellos meses flotaba un reproche implícito a aquella imposibilidad de hacerla feliz aunque no de hacerla infeliz. Después de varios intentos y coacciones por parte de ella de no poner los hechos en conocimiento de su familia conseguí localizar a uno de sus hermanos y me fui a dormir. Dormí bien, quizá porque al liberarme de la tensión mi cuerpo debió de tomar las riendas y decidió que ya pensaría más adelante. Tal vez mi mente consideró que lo sucedido ponía en duda todos los plantamientos que me ataban a la cordura, que dotaban de sentido la existencia que había llevado hasta entonces. Después seguimos viéndonos, paseamos por la playa y pusimos las cosas en orden. ¿La seguía queriendo? Me temblaban las piernas cuando estaba junto a ella, me moría de ganas de abrazarla, quería que volviésemos a seguir lo que habíamos empezado y ella había cortado de raíz. Sin embargo sabía que aquello era imposible, que dentro de ella había una sima insondable que, aunque yo estuviese dispuesto a explorarla, era un territorio sólo y exclusivo de ella y que en aquella tarea de sobrevivir a semejante abismo yo ya había sido relevado como miembro de la expedición. ¿Buscaría a otro? Tal vez.
El tiempo nos fue separando. El silencio se instaló entre nosotros dos como lo hacen las telarañas en una casa abandonada, lentamente y fuera de la vista del ojo humano. Tres meses después conocí a Esther y aquel encuentro me salvó de entrar en una espiral de la que, probablemente me hubiese costado salir si hubiese permanecido mucho más tiempo solo. Esther me quiso y yo sentí aquél cariño con un agradecimiento infinito y de no ser por el miedo que ambos teníamos de repetir errores del pasado, hoy seguiríamos juntos. El tiempo no es el gran enemigo, el gran enemigo es la esperanza.

Cuando se suicidó Hemingway, García Márquez escribió que "había muerto de muerte natural" y, en cierta forma para algunas personas puede que sea así. Creo que eso sólo ocurre cuando has conseguido todo aquello que quisiste y te das cuenta que eres una mala influencia para los demás.

Cuando a Víctor Frankl le venía alguien a la consulta con depresión éste le preguntaba ¿y por qué no se suicida? el paciente siempre daba un motivo: mis hijos, mi esposa, tengo algo que acabar... Siempre hay un motivo por el que seguir viviendo. Yo tengo claro por qué sigo viviendo. ¿Y tú?

jueves, 28 de mayo de 2009

jueves por la tarde


Me he pasado la noche abrazado a tí, a tu espalda, oliendo tu pelo, saboreando tu nuca y con las palmas de mis manos persiguiendo tu ombligo, encajados el uno en el otro como dos piezas de tetris. Ha sido una noche de nubes y de ventana entornada para que tanto ardor no pudiera arrebatarme el sueño. Me desperté solo esta mañana y es extraño, tal vez por que creía que te despegarías de mí de una forma violenta como una pieza de velcro a otra e irremediablemente me transportarías en un parpadeo del mundo de los vivos que sueñan al de los que mueren ahogados en la rutina. Pero me desperté poco a poco para hacerme a la idea de que, en realidad, dormimos a kilómetros de distancia, de que soñar que te sueño es el pedazo de realidad que me salva y a la vez me condena a vivir el día como una cuesta hacia arriba que bajo por las noches deslizándome sobre tu espalda desnuda, esperando a que te vuelvas y me busques la boca, esperando que un día, me despiertes de golpe y me digas "Mierda, me he quedado dormida", pero que seas esta vez de carne y huesos, y piel y pelos de loca, pero que existas.

Universo flotante (como el parket pero todo aire)


El universo se contrae en un chasquido, como el crujir seco al partirse una rama, como el crepitar sordo de la masa de una crep en el instante que toca la superficie incandescente de una plancha demasiado caliente. Abro la ventana para que se airee la habitación (siempre, desde niño me gustó mucho más escribir "avitación" y me llevé un gran chasco cuando descubrí que las palabras no le pertenecían a uno aunque nombrase cosas muy suyas, sino que pertenecían a todos o a casi todos, así que, en secreto cuando necesito describir mi lugar en el mundo me lo llamo avitación aunque duela a la vista a otros que no soy yo). Pues eso, cuando el universo se ha contraído y he necesitado abrir la ventana, ha sucedido algo. Algo inexplicable, algo sorprendente. He descubierto una nueva flor en el centro que tengo encima de mi mesa de trabajo. La he tocado con el dedo, me he levantado para verla desde otro ángulo, he mirado alrededor por si alguien más me observaba hacer eso pero nadie miraba, quizá porque trabajo solo y desde casa. Alguien puede pensar que una nueva flor no es nada extraordinario teniendo en cuenta que es primavera. Lo sorprendente es que el resto de flores y helechos son de papel y plástico.

Click, clack, clown



_ Haz click _ me dice.
_ Clack_ digo.
_ Noooooo_ me grita. Luego parece calmarse de repente y dice con cierta serenidad_ Así no.
_ Click_ digo después de un esfuerzo considerable de concentración.
_ Así está mejor_ dice_ pero deberías practicar más.
_ ¿Qué?_ pregunto.
_ Ya estamos _ dice levantando la vista hacia el cielo.

El cielo

Me encantan los cielos con nubes. Éste, el de la cabecera, me sobrecoge; me deja sin palabras, me calma, me arriostra.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Todas las paredes


Las tres. No puedo dormir. Me gustaría poder dejarme ir, abandonarme y caer desde muy arriba y muy despacio pero por alguna razón no puedo. Algo permanece encendido dentro de mí, como un disco de vinilo que ya ha acabado y el tocadiscos sigue girando y girando. Me he levantado y casi he acabado una botella que ya estaba abierta, sea lo que sea eso sigue encendido y no le afecta la nocturnidad que contiene el color verde del vidrio. En lugar de hacer algo útil (siempre puedo adelantar el trabajo que mañana no podré empezar hasta que el café inunde de aristas de soja mi torrente sanguíneo pasadas las diez) repito, en lugar de hacer algo útil viajo por blogs recién descubiertos. Escucho canciones. Escucho lamentos. La vida parece mucho más interesante si todo te va de puta pena pero resistes como un héroe cotidiano, me pregunto si quejarse de lo insustancial de la vida es, en realidad, una forma de esconderse de ella, si el ser un verdadero héroe no es aceptar que, en realidad uno está solo. Me pregunto también si los blogs no serán una especie de agujero negro donde las almas en pena encuentran su particular terapia de fracasados anónimos y quién se beneficiará de todas estas horas muertas, palabras hundidas. Topo con uno que me engancha, hurgo en sus entrañas buscando algo a lo que agarrarme. Surgen coincidencias extrañas: algunas canciones repetidas, algún poema, un libro, una ciudad. Decido salir de allí corriendo "No es tu mundo, en ese no hay insomnio ni novelas que nunca acabarás, no hay paredes agrietadas a base de puñetazos. En ese mundo ella no se ha ido, nunca se fue. En ese mundo ella se habría quedado" me digo, pero sé que volveré a pesar de todo. Regreso a las entradas de la tarde. A estas horas tengo ya el alma impermeable, envasada al vacío, la podría tirar al suelo y sonaría como un filete estampándose contra la pared. Intento leer algo ligero, Murakami, Kafka en la orilla, y ni siquiera puedo concentrarme en ello. Cada vez estoy más despierto y me arrepiento de haber sacado a Ulises de la cama para ocuparla yo y luego dejarla desaprovechada. Ulises se habrá ido al sofá. Como a un buen gato le gustan las cajas pero prefiere el sofá. Penélope, en cambio, prefiere la silla del ordenador del piso de arriba, ignoro el porqué. Quizá no exista un porqué.
Poco a poco voy encontrando cierta paz. Es como si al tocadiscos se le fuera acabando las pilas. Una polilla se ha colado por la ventana atraída por la luz. Me duele la espalda. El bicho me susurra al oído que seguirá sin dejarme dormir y se ríe. Me da igual. Me voy a la cama...

Joder, y encima tengo unas ganas terribles de comerme una hamburguesa.

martes, 26 de mayo de 2009

La primera


Me voy cansado de esperarla, cansado de soñar con que tenga una última deferencia conmigo y me mande al infierno de una vez por todas, cansado de que su silencio me persiga como un lobo hambriento todas las noches, cansado de vivir pendiente de una llamada que nunca llega. Me voy pero sin embargo me quedo en el mismo sitio en el que estoy, en realidad sólo abandono la esperanza de que se comporte conmigo de tal forma que yo pueda detentar algo parecido a la dignidad, algo que me recuerde que soy un hombre y no uno de esos animales amaestrados que mendiga un trozo de pan con una pena infinita en esa cara que un día fue la de una fiera salvaje. La esperanza te mantiene vivo; la espera te envejece. ¿Dónde está la frontera entre la esperanza y la estupidez? Yo te lo diré. Está allí donde sabes que no hay vuelta atrás posible y tienes todavía la sensación de que un golpe de suerte lo cambiará todo. De que escribirás una novela y un día, en una presentación, la verás a ella entre el público y tú estarás deseando que acabe para que se te acerque y te vuelva a mirar a los ojos como antes y como por arte de magia vuelva a ser el día antes que ella se fuera para siempre. Sí, la frontera está ahí pero como siempre, las fronteras sólo sirven en los mapas, no hay líneas pintadas que atraviesen los prados, las montañas, la vida. Sé que envejeceré en esa espera y que, tarde o temprano, perderé la esperanza. Mientras, pasan los días, se llenan de botellas vacías los rincones de la cocina, crecen telarañas en el techo, llegan cartas de deshaucio, me amenaza la policía con detenerme si siguen las quejas de los vecinos. A veces pienso que sería mejor irme muy lejos, a otra ciudad, a otro país pero sé que lo haría por ella y no quiero. No quiero vencer al tiempo, quiero vencerla a ella, quiero hacerle trizas la ropa, morder su piel desnuda, hundirme en ella como un cuchillo en la mantequilla, quiero que me suplique que no deje que se vaya de nuevo.
Sospecho que será una larga noche, que el bicho leerá lo que pienso y vendrá a por mí armado hasta las cejas pero no me importa, sólo estoy escribiendo para crear la primera página de la novela, sólo estoy agotando el mineral precioso y amargo del desengaño porque sé que mi sitio está en otra parte, donde mueren las nubes y nacen los charcos.

lunes, 25 de mayo de 2009

Ahora que ya no me importa.


A veces escribo sobre algo que ya no siento hasta agotarlo, como una mina a cielo abierto. Vuelo sus paredes, horado pozos insondables, escribo NO PASAR SIN CASCO en cartelones de madera. Y trabajo en turnos de ocho horas... y a base de olvidarla la olvido pero regreso al día siguiente y al levantar una piedra, allí está de nuevo, cada vez en menor cantidad y peso, brillante al sol aunque en bruto, su voz y su nombre que. pulidos con al herramienta palabra, queda lista para soltarla como a un pájaro curado. Cuántas veces habré creído expoliado el mineral de la tierra, cuántas veces habré querido volver de nuevo al hierro y el fuego. Hoy vino el señor ingeniero, han abierto un nuevo pozo en el este y quieren que me traslade allí con la menor brevedad posible. Le he respondido que no puedo aún, que he de acabar este trabajo.
A veces escribo sobre algo que me duele hasta que ya no lo siento, hasta que se me entumecen los dedos de tanto buscarla entre los cubos de basura del alma, como se busca algo valioso tirado por error, antes de que llegue el camión e irremediablemente se pierda para siempre.

A veces sé que crees que aún sangra la herida pero ya no. Tú crees que aún moriría por ella pero ya no. Ahora se ha acabado. Todo tiene su fin. De igual forma que tiene su principio, toda obsesión se diluye con el tiempo.

Ahora sí estoy preparado para terminar la novela.

domingo, 24 de mayo de 2009

Un día como hoy


A veces quisiera volver al instante antes de conocerla, detenerme en seco, dar media vuelta, no haberle mirado a los ojos, quizá así no tendría que hacer el esfuerzo de obligarme a olvidarla. Otras veces me pregunto cómo pude vivir hasta ese momento, qué había antes de ella, me pregunto en estas tardes de domingo cómo se puede sobrevivir con la mitad del aliento que uno tiene.
Yo entonces ya sabía que hay ciertas miradas que suenan como las colas de algunas serpientes, que la belleza es una enfermedad hereditaria que provoca la muerte. Yo entonces ya lo sabía, y me creía inmune a los hechizos y a los contagios. Y empecé a quererla como se quieren a las fieras que crías desde cachorros: sabes que pueden partir a un hombre en dos pero tienes la absoluta certeza de que nunca te lo harán a tí.

Pero te equivocas. Y basta con un solo zarpazo, con un simple mordisco, una palabra tan solo.

vídeo: Toni Zenet - Soñar contigo

Demasiado tarde o demasiado temprano


A veces regreso a la superficie de las cosas con mis manos tratando de que al menos una me grite tu nombre y yo no tenga más remedio que hacer de él mi todo. Y vuelvo a ser un niño. Y te echo de menos. Y sé que es tarde y que debería estar durmiendo. Pero no puedo. No sé por qué no puedo. Me quema algo por dentro, algo que sólo vive de noche, algo que ansía verte con las palmas de las manos, el alma y el cuerpo desnudos.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Nüremberg

Me voy a la feria de StoneTech. Le tengo ganas. Sospecho que el destino empieza a cambiar para bien.

Lola


Llegó Lola y yo... yo perdiendo el tiempo, como casi siempre, demasiado obsesionado en que cuando cuando caiga el último grano de arena debo girar lo más deprisa que pueda el reloj. Lola no me pertenece. Lo sé, de la misma forma que sé que, tarde o temprano, podrá la arena conmigo, y con ella, me arrastrará el viento.

vídeo: Ismael Serrano - Recuerdo

Lo que quise ser


Entonces va y se muere. Yo lo creía eterno. Dicen que a Borges, un día, en una de esas conferencias que a él nunca se supo si le gustaban o le fastidiaban, alguien del público se levantó y le dijo "Vos, maestro, sos inmortal" a lo que Borges le respondió "Vamos, hombre, no sea usted pesimista". Supongo que era ser demasiado optimista que Benedetti venciera a la arena del tiempo, que al acabarse nadie le diera la vuelta y se iniciaran otros ochenta y tantos años de buena y sentida literatura. No voy a decir nada de él. Lo dice todo lo que él escribió, lo que se comprometió, los amigos que frecuentó (por que los amigos se frecuentan como los bares, las plazas, los teatros). Diré sin embargo, que cuando mi tardío amor por la literatura se topó de bruces con él, en la esquina de libros baratos (los llaman de bolsillo porque son para bolsillos con poco fondo) que hay en el segundo piso del FNAC de plaza Cataluña, me cambió la vida. Tal vez me lo encontré al lado de Borges y lo abrí y pensé que valía 5,85 € y que con ese y con otro de Borges de 7,55 € no llegaban en total a los 15,00 €. Nunca supe qué me llevó a comprar "La Tregua" y deshechar a Bryce Echenique que estaba contiguo a Borges aunque sospecho que fueron 1,20 € más o menos. Aquello me cambió la vida, como ya dije. Descubrí a Martín Santomé y cómo no, a Avellaneda. Descubrí que el amor se podía describir en palabras, que el amor es, en realidad, algo extraño que transcurre en el corazón a la vez que entre las sábanas y que lo impregna todo, desde los archivos del primer trimestre al banco del parque donde, quizá, no lo recuerdo, se sentaba a veces Avellaneda. No sabría decir si don Mario era una fuente inagotable de sensibilidad o si utilizaba aquella forma de engarzar palabras con el único fin de seducir a bonitas lectoras. Quise ser él por lo segundo pero quedé hechizado por lo primero. Leerle me situó un poco más en el mundo, es decir, me indujo a pensar que vivir a flor de piel no era ni una elección ni una cruz con la que cargar, leerle dio sentido a mi vida y, por primera vez en mucho tiempo, dejé de sentirme solo.
Durante mucho tiempo he querido ser Benedetti. Pero las palabras son sólo palabras. Muchos me conocéis sólo a través de ellas. Palabras que son como nubes, palabras que se las lleva el viento hasta que se vuelven vapor de agua y dejan de sonar. Durante mucho tiempo el hombre que vive en mí buscó el corazón en el tuyo tratando de reproducir aquel artificio con el que Benedetti se apoderó del mío. Y en esa obsesión he vivido durante todo este tiempo: Queriendo ser Benedetti para poder sentirte dentro de mí y al mismo tiempo detrás de la barrera de mis palabras, de mis miedos. Probablemente este blog no es más que un crímen no premeditado. Un homicidio en primer grado difrazado de diario ¿qué importa eso ahora?
Sé que es mucho pedir pero permitidme que me muera un poquito con la muerte de Benedetti, sólo se puede sentir la alegría más grande si puedes tocar con los dedos la más profunda tristeza. Permítaseme este capricho, luego os dejaré en paz, lo prometo.

"No me avergüenzo de ser sensible" le dijo en cierta ocasión a un amigo. Siempre quise ser Benedetti.

* Y es extraño, porque de pequeño yo quería ser argentino, no uruguayo. Claro, luego llegó Lola de allá (pero esa es otra historia)

lunes, 18 de mayo de 2009

tiempo


Sé que el tiempo no es arena, que no vive encerrado en un reloj de paredes de vidrio, sé que no es un continuo gotear de instantes ni una rueca que gira tejiendo el aire de promesas, y lo sé porque me he dado cuenta de que el tiempo es una distancia; un mar. Sé que tarde o temprano (o más cerca o más lejos) mi cabeza querrá perderse dentro de la niebla, no sé dónde estoy. Naufrago en esta noche. Me hundo despacio, aliviado de ahogarme así, de una vez por todas.

domingo, 17 de mayo de 2009

vídeo: Els pets - No tornaràs

Algunas de las letras de Els pets son, tal vez, las mejores que he escuchado jamás. Quizá ésta no sea la mejor de todas pero va como anillo al dedo al blog. Siempre me quejo de mis descripciones, que les falta algo, un no sé qué que admiro en otros y que, por alguna razón, a mí me está vedado.
Ella no volverá.

Nadie es quien dice ser


Sé que no es buena. Lo sé desde el mismo instante en el que cruzo la primera palabra con ella. Conozco esa forma de mirar y esa cadencia al hablar. Como sé que no es buena no tendré remordimientos más adelante. Lo que peor llevo son los malditos remordimientos. Charlamos un rato. Quiere algo de mí que aún no sé descifrar y yo me dejo llevar, divertido. Ella sabe que yo sé que ella no es una buena chica a pesar de aparentar serlo. Sonríe segura de sí misma. Contesta con un quizá a algunas preguntas que le hago y con un tendrás que averiguarlo cuando intento ir un poco más allá. Bebemos una copa tras otra. Los dos aguantamos más de lo que intentamos hacer creer. Disimulamos estar embriagados en el alcohol y en la mirada y la sonrisa del otro. Salimos del bar y yo la arrincono en un portal oscuro, ella saca un pistola no sé muy bien de dónde. Ahora sé qué quería de mí, probablemente la envía Garr. Es una lástima que la hayas sacado tan pronto. Podríamos haberlo pasado muy bien tú y yo, le digo sacando un cigarrillo y encendiéndolo. Un instante de duda. No dispara. No me importa si dispara, me lo merezco por lo que le voy a hacer si no aprieta el gatillo.
Averiguo qué sabe, quién le envía, para cuando me lo dice ya no sabe con certeza quién es ella ni qué está haciendo atada en un silla ni por qué le duele todo el cuerpo. Lo peor será lo de la cara, le digo. Rompe a llorar y me suplica que la deje ir. No sabe que si lo hago lo que le harán ellos será infinitamente más doloroso, que si ellos la encuentran con vida desaparecerá como el humo, pasará de un estado sólido a otro gaseoso siempre consciente. Y será largo, muy largo. Lo siento, le digo. No sufre.
El aire de la calle es fresco cuando salgo del motel. El barrio chino es un hervidero de putas y desgraciados por lo que paso desapercibido. Las chicas se cuelgan de mi brazo y me llaman hombretón. Hasta que me ven la cara y la fuerza con la que me sujetan desaparece. Si la cara es el espejo del alma, ellas leen una advertencia clara. Camino por las calles ni muy deprisa ni muy despacio para no levantar sospechas. Mientras cruzo la plaza del ayuntamiento me pregunto si María habrá entendido que estando a mi lado corría un gran peligro. Si dejarla fue, en realidad, el mejor regalo que podía haberle hecho. Tras la chica de hoy vendrán otros que tratarán de acabar conmigo. No se olvidarán de mi y tarde o temprano alguno cobrará lo prometido. Sabía cuando empecé a aceptar los encargos que, en cuanto decidiera dejarlo, yo sería un inconveniente. Ignoro si Garr sabe que el pobre imbécil que mataba a inocentes elegitos al azar por él es el mismo que le ha arrebatado la confianza de todos los peces gordos del país. Y si lo sabe, qué pensará de mí.
Me pregunto si intuirá que María sigue viva y la buscará o si, por el contrario, creerá que se la llevó la marea, y si la echará de menos, si habrá derramado una lágrima, si habrá sentido algo. A María no se la puede no querer. Incluso para un psicópata como Garr era imposible no sentir algo parecido a la ternura en presencia de María.
Doblo la calle y voy a parar a una calle por la que pasan algunos taxis. Paro uno y me subo. Doy una dirección al azar y observo que el conductor me mira nervioso a través del espejo retrovisor. Meto la mano en el bolsillo donde aún llevo la pistola de la chica que he dejado en el motel. Debo empezar a pensar en salir cuanto antes de la ciudad.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Un sincero abrazo

Pienso en tí todos los días

(Aunque la distancia tienda a ser olvido y aunque nuestras palabras se crucen escasas y errantes)

El pájaro amnésico


Antes, quiero decir, al principio, viajaba hasta la puerta de su casa. Con Google Earth es fácil volar hasta donde no pueden llegar las manos. Sé que muestra una fotografía hecha hace meses, sé que es plana, impersonal, inanimada, y que es probable que ella no esté allí; pero algo dentro de mí me decía que sí lo estaba. Y yo me acercaba desde arriba con el zoom a las calles que probablemente paseaba, por donde iba a comprar el pan por la mañana, por donde iba de la mano con ese que no soy yo.
Con el tiempo aquella obsesión se fue diluyendo como el azúcar en un té amargo: el terrón de azúcar desaparece pero queda un dulzor que si bien no llega a apagar el sabor áspero del té, lo suaviza. De esa forma dejé de volar hacia su barrio y, quizá fuera casualidad, volví a dormir bien y a pensar en que habían otros lugares hacia los que poder volar. Volé a Anantapur, a Palolem, a Río. Volé mezclándome con las águilas sobre un planeta sin nubes, hice lo que todos hemos hecho alguna vez: busqué mi calle y la encontré limpia, como si la hubiesen maquillado para la foto, ni rastro de papeles por el suelo ni de las cajas que algunos de los vecinos dejan al lado del contenedor. Volar desde mi desordenada habitación fue como abrirle la puerta de su jaula a un pájaro nacido en cautiverio. Extraña libertad aquella con la que no se sabe qué hacer. Hace tiempo que la puerta está abierta y hace tiempo también que no logro reunir el valor para salir. Tengo hambre de las paredes de mi casa, del retumbar de mi voz en las paredes desnudas, de las mil y una noches a las que se han ido acostumbrando a compartir el colchón y las ganas de dormir. Sí, he vuelto a desvelarme por las noches. He vuelto a no querer dormir. Y el bicho ha vuelto a gritar y las botellas vacías a juntarse en un rincón de la cocina. Envejecer debe de ser esto, envejecer es volver siempre al mismo lugar siendo un poco más viejo, un poco más solo.

Si escribiera sólo hasta aquí te estaría engañando. Te haría creer que todo es desesperanza. Pero no es así. Cada día que pasa estoy más cerca de salir volando de la jaula, cada día que pasa siento mucha más curiosidad por lo que hay fuera y planeo una salida negociada al aire que envuelve el mundo, con el aire que es capaz de sostener a esas nubes que no salen en google Earth y que imagino frías en verano y cálidas en invierno. Tal vez mañana, tal vez.

martes, 12 de mayo de 2009

El brillo de la luna



Veo la luz de la luna reflejándose en sus ojos, estoy seguro de que si la luna pudiera le negaría ese brillo a su mirada. No, no se puede ser tan bella, no en medio de la noche, no hoy.
La luna se esconde entre las nubes, enfadada de veras, no como un niño que tiene un berrinche sino como el que ha perdido para siempre algo muy valioso y golpea todo lo que se pone a su paso. No hay que jugar con la luna pero ¿qué culpa tiene ella de que poseer tan amargo don, tan dulce veneno? La abrazo y ella se acurruca en mi pecho "Como antes, como siempre". Le digo que conmigo estará siempre a salvo, que volveremos a ser una familia, que ya nada se interpondrá en nuestro camino. La suave brisa del mar se clava sobre su cálida piel como millares de frías agujas y se estremece, debajo del vestido sus pezones se endurecen con violencia. "Parece que tu amiguito también se alegra de verme" dice con una sonrisa y separándose un poco de mí. "Dios mío, vuelvo a estar en sus manos". Una ráfaga inesperada de viento le recuerda que hace demasiado frío para llevar un vestido como el que ella lleva y vuelve a pegarse a mí. En ese momento, no sé por qué, me acuerdo de María. Pero no puede ser. Yo aún no conozco a María ¿Cómo se puede recordar algo que aún no ha sucedido? "Estás soñando" me digo y tras unos instantes de duda pienso "¿qué importa?" Ahora que sé que es un sueño sé que no saldrá corriendo y que sólo se esfumará sin irse a ninguna parte, sin irse con otro que no soy yo. Se convertirá en niebla que cubre la negra noche y quizá por la mañana tendré la suerte de no recordar este sueño. Quizá será mejor así. En el sueño, la abrazo a ella mientras pienso en María. No en su cara de mujer-niña, no en su cuerpo delgado y débil, pienso en su voz y en sus manos cálidas, en su forma de tocar, sincera, una forma de decir "te estoy tocando no sólo con las manos sino con todo lo que soy, y todo lo que soy no te mentirá nunca". En el sueño ella sigue abrazada a mí y María no existe. Es mi sueño, un sueño que huele a mar y sabe a la sal que la brisa va depositando en su piel. La beso. La beso y vuelvo a pensar en los labios de María, unos labios que no he besado, y entonces el bicho, desde alguna parte en la que permanece escondido, se ríe de mí, de esta confusión que hay dentro de mi cabeza.
Ella me mira a los ojos, los suyos siguen robándole la luz a una luna que sigue escondida detrás de las nubes. "Dime que me quieres" susurra. Dudo un instante. ¿Cuánto es un instante? El tiempo suficiente para que ella entienda que dudo entre si la quiero o no. Me mira y frunce el ceño. "Eres un idiota. Hasta en tus propios sueños tienes que estropearlo todo" me dice enfadada. Se separa de mí con un empujón y me mira con rabia. "Entonces quédate solo". Da media vuelta y se va. Pensé que en este sueño no lo haría pero se va y se pierde en la oscuridad de la playa y yo sé que se irá a algún lugar en el que alguien la abordará y charlarán y luego saldrán juntos y ella no le pedirá que le diga que la quiere.
Y mientras me siento en la arena empiezo a odiar un poco a María, a su cara de mujer-niña, a su voz cálida y a la vez segura y a esa forma de tocar que hace que te sientas seguro de que ella siempre estará ahí. Empiezo a odiarla sabiendo que sólo se puede odiar a alguien con la misma intensidad que se puede querer a ese mismo alguien. Cierro los ojos con la esperanza que al abrirlos esté ya dentro de otro sueño pero cuando los vuelvo a abrir estoy en el mismo sitio. Una gaviota lanza un graznido muy lejos, el rumor de las olas del mar se oye con fuerza. Sé que el amor de María acabará por desplazarla a ella tarde o temprano. Y no quiero. No quiero perder lo único que me queda de la vida que tuve, de lo único que me sigue uniendo a Cris. Y pienso que para no cerrarle la puerta a ella debo cerrársela a María. Visto así parece absurdo. Nunca la tendré a ella porque nadie la tendrá jamás.
Me levanto del suelo y cuando quedo erguido del todo ya es de día, el mar ha desaparecido, sólo me queda el escozor de saber que ella, en ese otro sueño que sigue sin mí, estará en otro lugar, conociendo a otro, riéndose con las tonterías que le esté diciendo, mirándole con el brillo de la luz robada a una luna que sólo existe mientras duermo.

Vídeo: Antonio Vega - El sitio de mi recreo

Descanse en paz

lunes, 11 de mayo de 2009

Cometas en el cielo


Cuando miro hacia atrás, hacia mi infancia, a veces tengo la sensación de que no he cambiado nada en absoluto, que ya de pequeño era consciente de esa fractura que existe entre el mundo que me rodea y yo. No sabría ponerle palabras. Supongo que era un niño adulto o, en su defecto, un niño que se tomaba demasiado en serio el mundo. ¿Os habéis fijado en lo en serio que se toman los niños cualquier juego? Es su trabajo, cuando un juego no les interesa, les aburre, pasan a otro, sin más, pero mientras juegan se lo toman como si estuviesen apostando algo vital. Ahora, cuando hago, de vez en cuando, una regresión a mi primera infancia y trato de reproducir el entorno del niño que fui, siempre me topo de bruces con mi padre. Nunca hice nada bien a los ojos de mi padre. Si lloraba lo hacía para molestarle, si me ponía enfermo era para centrar la atención de la casa en mí. Siempre tuve la sensación de que mi padre me pedía que me hiciera hombre muy deprisa. Me costó mucho entender que él era el pequeño de seis hermanos y que el niño que fue siempre quiso crecer deprisa como si así pudiera alcanzar a sus hermanos, como si de esa forma pudiera igualarse a ellos. Supongo que él también era consciente de esa grieta que le separaba del mundo de sus hermanos mayores que hacía cosas que a él no le estaban permitidas aún. "Creced deprisa" le diría a sus huesos aquel niño. Empezó a trabajar de muy niño, siempre me lo cuenta con cierto orgullo, el orgullo del que nació pobre y empezó a ser útil a la economía familiar muy temprano. Por esa regla de tres yo ya era un inútil a los ocho años. De nada sirvieron sus esfuerzos por llevarme a trabajar con él a los once años ni que me ensañara su oficio. ¿Qué hice mientras tanto? ¿Qué hacía el niño y el adolescente que fui? No lo sé. Tal vez adopté una forma híbrida de niño-hombre y es por eso que no he cambiado casi nada todos estos años. Soy el mismo, no he madurado, esa forma de adaptación a cualquier situación ha hecho que pudiera disimular ser algo que no soy. Constantemente me siento como un impostor, como si le hiciera creer a todos que soy algo que, en realidad no soy.
Imagino que uno madura cuando deja de buscar a toda costa la aprobación de su padre. Yo hace tiempo que supe que la distancia que media entre nosotros dos no tiene un puente que salve tal abismo. Yo no puedo comprenderle a él y él no puede comprenderme a mí porque el tiene una idea muy clara de cómo debería ser yo y yo tengo muy claro que no soy como debería ser. Así que, durante muchos años, me abandoné a una apatía que rayaba la molicie. Sabía que lo único que podía darle a mi padre era la razón y darle la razón era sentirme como él había pensado que yo era ya a los ocho años.
Alguien podrá pensar que estoy echándole las culpas a mi padre pero nada más lejos. Hace tiempo que sé que la guerra estaba perdida y también sé que cuando una guerra termina ninguno de los combatientes recuerdan por qué empezó todo y es más, si se dieran otra vez las mismas circunstancias que la provocó, a tenor de lo visto duranto los años de contienda, aquellos incidentes serían considerados una nimiedad, una falta leve, algo que se arregla con un apretón de manos o un abrazo. Hoy el enemigo no está fuera de mí; está dentro. Hoy paso el tiempo tratando de desmadejar la lana que se ha ido enredando durante todos estos años. Hoy trato de rescatar al hombre que vive dentro del niño que soy y al niño que vive acurrucado en una celda cerrada y a oscuras dentro de mi alma.
No hay un sólo día que no me emocione hasta las lágrimas ni pasa un día en el que piense que vivo encerrado en una jaula que yo mismo me he ido construyendo. No siento más anhelo que liberarme de una vez por todas y que todos: mi padre, el niño que fui y el hombre que soy podamos hablar un día sin miedo, explicar lo que sentimos y por encima de todo, dar rienda suelta al amor y al afecto que evitamos mostrarnos. No hay nada que dé más seguridad que el amor. No hay nada que cauterice mejor las heridas que un abrazo.

vídeo: Moby - Why does my heart feel so bad

Video: Gary Jules - Mad world

miércoles, 6 de mayo de 2009

vídeo: Marea - Duerme conmigo

Gracias


Gracias por los mensajes que, como aquellas notas anónimas del colegio, encuentro a veces entre mis libros, entre las idas y venidas de estas noches de insomnio, en esos viajes al centro de la tierra de los que nunca vuelvo el mismo que se fue. Gracias por esa sonrisa (y a veces esa lágrima idiota) que ha ido aprendiendo a ser imprescindible cuando te leo. Gracias por entenderme y por ese día que nunca llega. Cuando de niño me enseñaron a dar las gracias por un caramelo nunca pensé que algún día pudiera llenar estas palabras de un sentimiento tan sincero y sentido.
Por llegar cuando yo ya me he ido.
Por tu voz que me salva de mí mismo.
Por esta adicción que es pensar en ti, en soñar contigo (aunque a veces no quiera)
Por tu página en blanco de todas las mañanas.
Por esa puerta que siempre cierro y siempre sigue abierta.
Por que no puede ser de otra manera...

Por todo eso... un momento, pero si yo era de los que cuando mi madre decía ¿qué se dice? yo respondía a la señora que si me podía dar otro caramelo para mi hermana!!! ¿Seré falso? No era para mi hermana, era para mí!!! ... ¿en qué me he convertido? ¿Dónde se fue aquel niño granuja y tramposo? Ya me han vuelto a engañar, ya me he creído eso de ser bueno. Malditos dibujos animados de Heidi, cómo me ablandaron.

Ahora que he vuelto a ser yo mismo, tiembla el día que nos veamos, que vas a llegar a casa toda despeinada (y no será porque haya sido un día de viento).

martes, 5 de mayo de 2009

Escorpio


Me pregunto el porqué habrá vuelto el insomnio. A veces pienso que el insomnio es la forma que tiene mi cuerpo de cansarse para que no pueda empezar a la mañana siguiente con la fuerza necesaria para cambiar las cosas. El insomnio que ha vuelto es algo diferente al que había sido. Parece que éste se ha vuelto más estéril y sobre todo, es más fuerte. Es como si el bicho se hubiera fabricado un búnker, como en el cuento de los tres cerditos, ha encontrado el material perfecto para que nada ni nadie derrumbe las paredes que lo protegen. Desde allí, de momento, calla. Trama algo, estoy seguro, adivino su sonrisa sardónica del que sabe que atacará cuando yo esté más débil. Espera el momento; el bicho aguarda con paciencia, se ha vuelto más inteligente. Ahora es mucho más listo que yo. Ahora sabe que tiene todo el tiempo del mundo. Mientras, recibo cartas y destellos, escucho el silencio de una voz que nunca responde y me imagino en sus brazos. Sólo sus brazos me salvan, sólo su voz silenciosa me trae la calma.
Y sueño con ella, me agota no estar a su lado, me trae recuerdos salados y la advertencia de que hay que temer la picadura de los alacranes.

domingo, 3 de mayo de 2009

Tierra


Ayer por la tarde, mientras empezaba a leer "La soledad de los números primos" estalló la primavera. Al principio pensé que había sido una cañería y salí al balcón pero en la calle no había nadie. Dejé la puerta corredera abierta para que Ulises y Penélope salieran y entraran a su antojo. Imagino que, para ellos, la atmósfera del piso cerrado debe de ser como el aire queda entre un filete y la pared de su envoltorio cuando se envasa al vacío. Ulises fue más allá y me pidió que le abriera la terraza. Sé que sus verdaderas intenciones son las de pasar cuentas con el gato del vecino, es decir, aprovechar que el otro carece de uñas para ponerle firme y darle a entender que el 3º 1ª es suyo y desde ese mismo instante, el 3º 4ª también.
Que la primavera surgiese de la nada, así, sin más, y sin previo aviso (quizá si avisó pero yo estaba viendo las noticias) trastocó mis planes del sábado. Mis planes eran leer "La soledad de los números primos" en la cama, tumbado, tal y como había hecho con "Otto, el nen que va arribar amb la neu" y "Media docena de robos y un par de mentiras". Pero no pudo ser, el aire tibio entró en contacto con la poca piel que el mundo y yo compartimos y sentí el deseo irrefrenable de salir a la calle. Así que me quité el pijama y me vestí de primavera (igual que el día anterior pero con un botón más desabrochado) y bajé las escaleras. Sentí un frescor en las sienes al salir por el portal y pensé que sería mejor abrocharme la chaqueta y así lo hice, más por tapar mi cuerpo que para protegerlo de ese frescor inesperado, como si pensara que a ras del suelo haría más calor que en el balcón. Luego fui calle abajo, doblé la esquina y avancé por la recién estrenada sensación de que el mundo era un poco más acogedor. Caminé durante un buen rato, bajé la avenida Balmes y fui hasta el parc de l´estació vella. No me crucé con nadie conocido ni me fijé en los escaparates. Después de un rato me avergoncé de ser alguien tan asocial, siempre que camino solo acabo por tener una sensación de suciedad, de rechazo hacia mí mismo, y entonces siento la necesidad de salir corriendo de vuelta a casa. Mientras volvía a casa me acordé de algunos de los amigos que he perdido estos últimos meses. ¿Se fueron ellos o los alejé yo? Supongo que ambas cosas al mismo tiempo y ninguna, aunque ese sentimiento de suciedad les daba la razón, una razón sin razón, algo que ellos podían ver y que yo no, que apenas intuía. Al pensar eso me volvió la necesidad de los números primos y la cama y aceleré el paso y llegué a casa alterado.
La novela está bien, me hace sentir a gusto, me encuentro en familia junto a los personajes. He avanzado poco porque de de vez en cuando me levanto y escucho canciones en el ordenador antes de que, tarde o temprano, me corten la línea. Me gusta sentir la quietud que hay dentro de esta burbuja que me he ido fabricando y que pronto acabará por estallar. A veces me angustia y otras veces no me importa. Supongo que pienso demasiadas cosas. Por ejemplo, me pregunto si con la edad que tengo volveré a tener amigos alguna vez y me he respondido que tal vez. Decir tal vez es infinitamente mejor que decir que no, supongo.
A veces tengo la sensación de que esta calma idiota es como un paréntesis, que cuando se cierre ese espacio de tiempo sin tiempo, aparecerá aquel yo que dejé de ser hace varios años, aquel otro que era más fuerte que yo, que tenía la ilusión de convertirse en escritor, que tenía la necesidad de salir ahí fuera y mezclarse una y otra vez con almas afines.

Sé que estoy perdido. Lo estoy tanto que sólo el roce de la brisa me hace una herida en el alma. Sólo pido tiempo.